¿Nueva cultura productiva?

Los mejores campos de Tacuarembó y Rivera, ocupados por la forestación

por Víctor L. Bacchetta (*)

La expansión de la actividad forestal en el campo uruguayo, alentada por la ley en vigor y por subvenciones sucesivas, ha desatado sin aviso previo una sustitución acelerada de una cultura productiva por otra, en donde recién se comienza a percibir la gravedad de los impactos sociales y ambientales generados por este proceso.

En el departamento de Tacuarembó, con más de 100.000 hectáreas adquiridas para la forestación, se estima que existen unas 8.000 personas desplazadas del campo en los últimos diez años, en base a datos de los Juzgados de Paz. En forma paralela, se han cerrado 12 escuelas rurales, a las que se sumarán cinco más el próximo año.

Una de las zonas donde se registra más claramente este cambio es Rincón de Zamora, bordeado por el Río Tacuarembó, hacia su desembocadura en el Río Negro, en donde se encontraban las tierras más apropiadas del departamento para la cría de ganado y que, en la actualidad, está totalmente cubierto por los monocultivos de árboles.

Los relatos de los lugareños coinciden en señalar que, a medida que los eucaliptos de las plantaciones comenzaron a crecer, las aguas de los pozos de unos 20 metros de profundidad empezaron a quedar rojas y no se pudieron utilizar más. Cerro del Arbolito, poblado cercano, fue finalmente abandonado por la falta de trabajo en la zona.

La “fiebre de la forestación” ha sido propicia también para el fraude. Paso Alto vendía en Tacuarembó parcelas forestadas de 5 a 15 hectáreas a pequeños inversores y les cobraba una cuota anual por cuidar y explotar sus árboles. Dio quiebra y desapareció, dejando plantaciones abandonadas y gran cantidad de personas estafadas.

En el departamento de Rivera, las forestadoras habían comprado 127.149 hectáreas, según el Censo Agropecuario de 2000, y los impactos sociales y ambientales no tienen diferencias sustanciales con otras zonas de gran concentración forestal. Operadores turísticos estiman que existen hoy unos 82 cascos de estancia abandonados.

En este caso, la actividad forestal se concentra en el pueblo de Tranqueras, de donde salen las cuadrillas hacia las plantaciones vecinas. Sin embargo, luego de una primera fase de gran optimismo por la expectativa de más y mejores empleos, Tranqueras ha entrado en un impasse pautado por conflictos sindicales y otras incertidumbres.

En cuanto a la forestación como fuente de trabajo, la historia de menor empleo, malas condiciones y mala paga se repite. En Rivera hay más de 100 juicios por falta de pago de los contratistas. En lugar de regularizarse, las empresas proyectarían mecanizar al máximo la operación para reducir aún más el empleo y eliminar los conflictos.

Los ganaderos que siguen en la zona se quejan, sin disonancias, del aumento del zorro y el jabalí, que ataca las majadas. Y cuando la plantación es de pinos existe un peligro especial: las cruceras reposan en la pinocha y caen encima del personal que está trabajando. Se registran varios casos de picaduras en tronco y brazos.

Por último, pero no menos importante, en todos los lugares con grandes plantaciones de árboles hemos escuchado la preocupación de los pobladores por casos de cáncer fuera de lo común y la duda de si no será una consecuencia de los productos químicos utilizados como plaguicidas o fertilizantes en el proceso de la forestación.

No hay pruebas que permitan confirmar o desmentir esa hipótesis, porque la población vecina a las plantaciones no dispone de la información ni de los recursos para resolver el problema. Es una responsabilidad del Estado estar informado y fiscalizar lo que está pasando y un deber de las empresas suministrar las informaciones necesarias.

La magnitud de estos cambios en la estructura productiva del país ha generado, en un corto lapso, cambios demográficos y ambientales notorios, pero puede ser apenas el comienzo de cambios más serios si se tiene en cuenta, por ejemplo, que debajo de esos campos forestados está la zona de carga directa del Acuífero Guaraní.

Compartido por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, y una de las mayores reservas de agua natural del mundo sino la mayor el Acuífero Guaraní es un recurso natural precioso que se encuentra bajo nuestro territorio y del cual recién se están iniciando estudios sistemáticos con vistas a su preservación y su gestión sostenible.

Las autoridades uruguayas que impulsaron este proceso de forestación y del cual sólo hemos visto una cuarta parte: las tierras de aptitud forestal definidas por la ley superan los 4 millones de hectáreas no aquilataron sus consecuencias. Los pocos políticos que hablan de “nueva cultura” lo hacen como si fuera una panacea.

Una opinión sobre la forestación

El doctor Rafael López Lucas, médico veterinario y criador de ganado en Tacuarembó, vendió su campo en Rincón de Zamora. Se fue a Laureles de Achar, una zona de basalto, en donde no hay plantación de árboles. He aquí un extracto de sus opiniones sobre la forestación:

“Después de veinte años de trabajo creo que, si de algo sé, es de vacas y ovejas. Lo que puedo decir, con total propiedad, es que los mejores campos, criadores, de nuestra zona se han forestado. El verso que nos hicieron, que se iban a forestar los campos de peor calidad, no se cumplió. Me refiero, por ejemplo, a Estancia La Selva, en Rincón de Zamora, que poseía campos criadores de vacunos espectaculares, que desaguan en el Tacuarembó Grande y que ahora van a contaminar este río. En Puntas de Clara, en la zona de Clara, campos excelentes para criar vacunos. En Puntas de Carretera, zona forestada, campos excelentes, sin una piedra, para criar vacunos”.

– “El campo que yo tenía soportaba una dotación de un vacuno adulto por hectárea, me fui a Laureles de Achar y no sé qué hacer con el ganado que me llevé porque viene una sequía y tengo que salir disparando. Ya hoy, con la sequía que hubo en el otoño, mi campo no tiene forraje. Ando con el 30% del ganado que tenía, girando de campo en campo. Cada vez se cierra más el círculo y no conseguimos más, es muy grave. Los campos que eran recurso de verano, que permitían soportar sequía, son los campos que están forestados. Abajo del pino no crece nada y abajo del eucalipto tampoco”

– “Lo más grave es que le están quitando al Uruguay, sin estudios previos, miles y miles de hectáreas de gran productividad ganadera, justo cuando tenemos la tecnología, Ahora tenemos la tecnología para explotar esos campos porque antes, hace 20 o 30 años, se morían los animales por tener mucha lombriz. Pero hoy, esos campos, si uno los maneja bien, no tienen pérdidas. Esto es lo que más me preocupa porque, además, esos campos no son recuperables para la ganadería nunca más.”

– “Los pueblitos como Cerro del Arbolito fue donde viví diez años y vi todo el proceso se murieron, porque antes tenían la esquila, los alambrados y ahora no tienen nada. Los productores que yo conocía en esa zona están en la ciudad, se fueron todos, por 800 a 1.000 dólares la hectárea vendieron todo.”

Artículo publicado en el diario La República del 9 de setiembre de 2004.

(*) Víctor L. Bacchetta realiza una investigación periodística sobre los impactos de la forestación en el Uruguay para el Grupo Guayubira.

About Grupo Guayubira

El grupo "Guayubira", fue creado en mayo de 1997, para nuclear a personas y organizaciones preocupadas por la conservación del monte indígena y por los impactos socioeconómicos y ambientales del actual modelo de desarrollo forestal impulsado desde el gobierno. El grupo aspira a tener incidencia a nivel nacional y local para implementar medidas que ayuden a la conservación del monte indígena y a modificar el actual modelo insustentable de desarrollo forestal basado en los monocultivos de árboles a gran escala.
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