Informe de la Facultad de Ciencias sobre plantas de celulosa y forestación

¿Matar al mensajero o estudiar el mensaje?

¡Maten al mensajero! Esa parece haber sido la muy poco científica reacción de algunos académicos ante el informe presentado el 4 de julio por un conjunto de investigadores de la Facultad de Ciencias sobre los posibles impactos de las plantas de celulosa y sobre los comprobados impactos de la forestación.

En efecto, pocas horas después de la presentación pública del informe, un conjunto de académicos manifestaron públicamente sentirse “profundamente agraviados y doloridos por los sucesos vinculados al conocimiento del informe”.

Los agraviados dedican un párrafo entero a detallar lo que ellos entienden que es la función de la Facultad de Ciencias, diciendo que “es una iniciativa orientada al fortalecimiento de las ciencias básicas y sus aplicaciones tecnológicas en nuestro país. Entre sus objetivos fundamentales se encuentran la formación de científicos del más alto nivel y la generación de conocimientos, mediante la investigación científica de excelencia”.

Dos cosas llaman poderosamente la atención en la “agraviada y dolorida” carta. Por un lado, que entre las funciones que atribuyen a la Facultad de Ciencias no figura el estar al servicio del país y de su gente. Sin embargo, en la propia página web de la Red Académica Uruguaya se sostiene que luego de la dictadura, la Universidad estimó “esencial llevar a cabo una decidida política de apertura” que operaría “a través de cuatro grandes ejes: la apertura institucional, social, regional e internacional”. Más adelante explica que “La apertura social de la Universidad significa su constante preocupación por realizar y difundir sus estudios sobre los problemas de la sociedad uruguaya, ampliando sus vínculos con sus diversas organizaciones sociales (sindicatos, asociaciones de profesionales y productores, cooperativas, etc.); labor que comprende actividades de investigación, extensión y asistencia”.

¿No es eso precisamente lo que hicieron los investigadores cuestionados en esa carta? ¿O es que la forestación y las plantas de celulosa no son un “problema de la sociedad uruguaya”? ¿O es que no deben compartir sus actividades de investigación con la gente?

Por otro lado, también llama la atención que la única crítica al informe es que “no ha sido evaluado por sus pares”. Nada dicen sobre si lo que afirma es correcto o no, fundamentado o no. Solo que no los consultaron. Como argumento, resulta muy pobre.

Luego la carta arremete contra el Consejo de la Facultad diciendo que “Es por esta razón que la resolución del Consejo del día 26 de junio, de hacer suyo el informe y difundirlo (tomada en ausencia de cuatro de sus Consejeros Docentes titulares), se tornó en un hecho político que consideramos de extremada gravedad, al proporcionar la falsa impresión de un apoyo académico basado en una evaluación científica que no se realizó y que el Consejo no tiene entre sus objetivos realizar”.

Si no fuera porque la carta está firmada por 57 académicos, todo este episodio podría parecer una broma. ¿Qué dijeron estos investigadores cuando todo el tema de las fábricas de celulosa “se tornó en un hecho político” donde la ciencia brilló por su ausencia? ¿Por qué no se sintieron doloridos y agraviados cuando algunos de sus pares (de la Facultad de Química) salieron a la arena política (sin pasar por el Consejo respectivo) a apoyar “científicamente” a las plantas de celulosa? ¿Qué dijeron cuando investigadores de la propia Facultad de Ciencias aceptaron ser pagados por Ence y por Botnia para producir evaluaciones de impacto ambiental que no solo no fueron avaladas, sino que fueron cuestionadas por otros de sus pares? ¿Qué dijeron cuando muchos de sus pares académicos, desde cargos gubernamentales, afirmaron tajantemente que las fábricas de celulosa “no contaminarán”? ¿Se tomaron la molestia de analizar desde sus cátedras si esas afirmaciones eran científicamente correctas?

La respuesta a todas esas preguntas es que, por acción u omisión, asumieron una posición política y no científica: la de apoyar la versión de las empresas contra viento y marea, repitiendo que las plantas de celulosa son buenas y que quienes afirmen lo contrario están contra el desarrollo.

Esa no fue sin embargo la actitud de los investigadores a los que ahora se intenta poner en la picota quienes, en vez de adoptar esa cómoda actitud, decidieron asumir el reto académico de investigar. Entre sus hallazgos figuran los impactos de la forestación sobre el agua, la biodiversidad y los suelos. Sería importante que quienes firman la carta dijeran públicamente si están o no de acuerdo con eso y si no lo están, que demuestren científicamente sus puntos de vista, como lo han hecho estos investigadores.

En materia de plantas de celulosa, el informe hace un exhaustivo análisis de la bibliografía disponible y dice que “La instalación de dos industrias de celulosa… producirán una descarga al Río Uruguay de 125.000 m3/día de efluentes líquidos”. Si bien esos efluentes recibirían un tratamiento secundario previo a su descarga en el río, igual generarían –según el informe- una serie de impactos, tanto agudos como crónicos, por lo que recomiendan un tratamiento terciario.

Por supuesto que los investigadores no pudieron cumplir con las exigencias del subsecretario de Medio Ambiente Jaime Igorra, quien “se manifestó extrañado” y advirtió que “deben presentar comprobaciones empíricas”. Imposible, Sr. Igorra ya que, muy a su pesar, las plantas aún no están en funcionamiento. Lo que estos científicos hicieron es lo que hacen todos los científicos: buscar estudios comparables para saber lo que podría pasar si las plantas se llegaran a instalar.

Los detractores de este estudio deberían tomar el ejemplo de los estudiantes de la Facultad de Ciencias, quienes el 6 de julio difundieron una carta en la que, al historiar el proceso de este informe, dicen que “Para los estudiantes la discusión, el debate y eventualmente la discrepancia son la semilla del avance científico. Entendemos que es algo a lo que la Facultad no debe renunciar nunca”. En forma constructiva, aspiran a “que la Facultad pueda salir unida del proceso de discusión en el que se encuentra, aun en la discrepancia, para que en conjunto pueda poner a disposición de la sociedad toda su capacidad científica en pos de un desarrollo nacional”. Eso es ser científicamente serios a la vez que comprometidos con la realidad del país.

En vez de tratar de matar al mensajero, quienes discrepan con este estudio deberían estar analizando seriamente el mensaje: su contenido. Si no lo hacen estarán, como académicos, como científicos y como ciudadanos, en falta con el país.

About Grupo Guayubira

El grupo "Guayubira", fue creado en mayo de 1997, para nuclear a personas y organizaciones preocupadas por la conservación del monte indígena y por los impactos socioeconómicos y ambientales del actual modelo de desarrollo forestal impulsado desde el gobierno. El grupo aspira a tener incidencia a nivel nacional y local para implementar medidas que ayuden a la conservación del monte indígena y a modificar el actual modelo insustentable de desarrollo forestal basado en los monocultivos de árboles a gran escala.
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