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Campaña Plantaciones

El papel del Sur. 
Plantaciones forestales en la estrategia papelera internacional

Ricardo Carrere y Larry Lohmann

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Capítulo 4

Los impactos sobre la gente y su ambiente

Casi toda actividad humana genera impactos sobre la sociedad y su ambiente y los mismos pueden ser positivos, negativos o contener ambos aspectos. Los cultivos agrícolas no constituyen una excepción. Mientras que tales cultivos no son ni positivos ni negativos en sí, se los puede definir como básicamente positivos si resultan sustentables en el largo plazo, si el proceso que desatan es reversible y si benefician a la población local. Por el contrario, se los catalogaría como fundamentalmente negativos si no resultasen sustentables en el largo plazo, si no fuesen reversibles y/o si resultasen en perjuicio hacia las comunidades locales.

Durante los últimos años el eucalipto, en razón de estar siendo plantado tan extensamente, se ha convertido en un símbolo de los grandes monocultivos de árboles en el Sur. Sin embargo, sería incorrecto que el análisis de los impactos de tales plantaciones se centrara en las características botánicas o ecológicas de los eucaliptos. El problema no radica en ninguna especie en particular, con sus características biológicas únicas, sino en como es utilizada. El tema no cambiaría sustancialmente si se tratase de cualquier otro árbol, nativo o exótico, plantado a gran escala para abastecer a la industria. Como se muestra en los capítulos 8 (Chile) y 10 (Sudáfrica), los problemas generados por las plantaciones industriales de pinos son muy similares a los creados por los eucaliptos.

¿Injusticia contra las plantaciones?

Muchos técnicos forestales y propietarios de plantaciones sienten que los ambientalistas han destacado los impactos de las plantaciones en mayor medida que los de otros cultivos que, según ellos, degradan más el ambiente. El especialista forestal brasileño Walter de Paula Lima (1993) declara, por ejemplo, que "es interesante observar la duplicidad de valores que normalmente es utilizada cuando se comparan cultivos agrícolas con especies forestales". La empresa uruguaya Fábrica Nacional de Papel (1992) plantea la misma crítica, diciendo que "es digno de señalar el doble patrón de moral que parece haber sido establecido para juzgar a los cultivos agrícolas". Como partimos de la base de la buena fe de muchos de quienes asumen esta posición, entendemos necesario hacer algunas puntualizaciones previas al respecto:

• No es cierto que los ecologistas se hayan ensañado con este cultivo. Al contrario, las preocupaciones del movimiento ambiental se centraron tradicionalmente en temas tales como la deforestación, el uso indiscriminado de agrotóxicos en los cultivos agrícolas, la desaparición de la biodiversidad, los impactos de las grandes represas hidroeléctricas, las centrales nucleares y muchos otros temas y sólo recientemente se ha encarado el tema de las plantaciones forestales. En realidad muchos ambientalistas del Norte, no sólo no se han ensañado con estas plantaciones, sino que automáticamente asumen que todas las plantaciones de árboles deben ser buenas.

• Cuando los ambientalistas se interesaron en el tema de los cultivos forestales a gran escala, ésto se originó fundamentalmente en las denuncias de los pobladores afectados por los mismos. En los casos en los que se han llevado a cabo investigaciones, éstas han tendido a confirmar la existencia de impactos adversos, lo cual es crecientemente aceptado tanto por los gobiernos como por las empresas.

• La Revolución Verde, de la cual el tipo de desarrollo forestal que analizamos forma parte, ha sido analizada y denunciada por muchos ambientalistas, tanto desde una perspectiva ecológica como desde una social. La crítica hacia los cultivos forestales simplemente se enmarca en la crítica más general hacia la Revolución Verde que está, por supuesto, dirigida hacia los cultivos no forestales. Se puede afirmar entonces que, a lo largo del tiempo, los ambientalistas han dedicado por lo menos la misma atención a los problemas generados por los monocultivos no forestales como lo han hecho hacia los monocultivos de árboles.

• Los grandes monocultivos industriales pueden generar, por la propia extensión que ocupan, impactos de gran magnitud, tanto en lo ambiental como en lo social. Dado el impulso que están recibiendo estos cultivos a escala planetaria, la diseminación de información sobre sus impactos potenciales debería ser una importante prioridad.

Las dos bibliotecas

La investigación científica sobre el tema de las plantaciones de árboles ha generado dos bibliotecas. Por un lado, se ha llevado a cabo una diversidad de trabajos científicos para probar que los monocultivos de eucaliptos, pinos u otras especies no generan grandes impactos negativos e incluso hay trabajos donde se sostiene que tienen consecuencias sociales y ambientales positivas. Un gran número de trabajos científicos igualmente importantes han concluido, por el otro lado, que tales plantaciones generan impactos negativos sustanciales en lo social y en lo ambiental.

¿A qué se debe esta divergencia de opiniones? ¿Es que uno u otro grupo de científicos está haciendo mala ciencia? ¿En caso de que así fuese: de qué manera? ¿O es que son todos incapaces? ¿O quizá e trate más bien de que no se puede esperar que la silvicultura sea capaz de aportar todas las respuestas sobre los efectos biológicos o sociales de las plantaciones? Es posible destacar alguna de las razones que quizá puedan explicar la existencia de las dos bibliotecas.

En primer lugar, la ciencia moderna no es una construcción objetiva y monolítica ubicada fuera de la sociedad. Cualquier trabajo científico está de alguna manera teñido por la experiencia de su autor/a, vinculado a su escala de valores y a su visión del mundo. En algunos casos, pueden existir sospechas fundadas de que un trabajo científico pueda haber estado directamente influenciado por los intereses materiales del autor. Walter de Paula Lima (1993), luego de realizar una extensa investigación sobre los impactos ambientales de los eucaliptos, llega a la conclusión de que los efectos de los eucaliptos sobre el agua, los suelos, la flora y la fauna, no revisten importancia. Pese a que el libro de Lima incluye en su presentación la frase acostumbrada de que el libro "hace un análisis imparcial y criterioso del tema, sin posicionamientos de defensa o ataque, como cabe al verdadero científico", no es menos cierto que fue hecho posible a través de "la gentil colaboración de la Associação National dos Fabricantes de Papel e Celulose" y "con el valioso apoyo financiero" de casi 40 empresas del ramo, entre las que se incluyen a potencias en el ramo de la pulpa y el papel como Aracruz, Bahia Sul, CENIBRA, Champion, Monte Dourado, Votorantim, Riocell, Norcell, Ripasa y Klabin.

En forma similar, los científicos de la Universidad Khon Kaen en el noreste de Tailandia, hallaron evidencias claras de que, incluso bajo condiciones artificiales favorables, el uso para irrigación de agua de desecho de las plantas de pulpa afectaría severamente el crecimiento de las plantas y se requerirían grandes inversiones en técnicas para fertilizar y remover las sales de los suelos irrigados. Sin embargo, en contradicción con los datos recolectados por ellos mismos, los científicos concluyeron que el uso de tal agua de desecho era "viable". La investigación fue apoyada por la Phoenix Pulp and Paper Company, Ltd , una empresa ansiosa por hallar nuevos medios para la disposición de sus efluentes líquidos (Jirasak et al. 1993).

Una segunda razón para la existencia de las dos bibliotecas es que la silvicultura (una disciplina tradicionalmente enfocada hacia la producción de madera para el mercado), no puede por si sola hacer un análisis global de los impactos de las plantaciones. No se trata de un problema de esta disciplina en particular, sino que el problema radica en el reduccionismo de la ciencia moderna en general, que divide la realidad en tantas partes aisladas unas de otras, que imposibilita lograr una visión de conjunto y sin embargo insiste en identificar algunas de estas partes con el todo (Shiva 1993). Cualquier investigación sobre los impactos de las plantaciones requiere de la participación de un conjunto de actores, tanto sociales como científicos, para poder arribar a conclusiones serias. Algunos conocimientos forman parte del acervo cultural de las poblaciones locales, mientras que otros pueden ser aportados por agentes externos a las mismas (ambientalistas, científicos de las ciencias físicas y sociales, silvicultores, etc.). La interacción libre entre ambos grupos de actores permitiría arribar a conclusiones más realistas y fructíferas que las que podrían surgir de estudios "científicos" aislados de la comunidad.

En tercer lugar, como las presiones para el establecimiento de plantaciones se dan a escala mundial, los monocultivos de árboles se implantan en ambientes muy diversos en lo social, político, económico y ecológico y bajo distintos regímenes de manejo. Los resultados de impactos de las plantaciones sobre la biodiversidad o los suelos en un sitio en particular, no pueden por lo tanto ser generalizados mecánicamente a otras realidades. Lo mismo es aplicable al caso de los impactos sociales.

Finalmente, hay que señalar el hecho de que algunos científicos que estudian el tema de las plantaciones a menudo manejan la información de una manera increíblemente poco científica. En efecto, a menudo se comparan situaciones totalmente disímiles como si fuesen similares. Parecería no sólo una premisa científica, sino incluso de sentido común, que no se puede comparar un bosque nativo de eucaliptos en Australia con una plantación de esa misma especie fuera de su ambiente natural; que no son comparables los árboles plantados en sistemas agroforestales con los monocultivos a gran escala; que una plantación industrial de rápido crecimiento es diferente a una plantación no manejada ni explotada. Sin embargo, todo eso se hace y se pretende que las conclusiones son científicas, con el resultado -consciente o inconsciente- de que se confunde a la opinión pública.

En este capítulo se pretende evitar ese error. El análisis no se basará sobre estudios de plantaciones en suelos degradados, ni sobre pequeñas plantaciones o sistemas agroforestales ni sobre interacciones estrechas a nivel de ensayos de laboratorio. En vez de eso, nos concentraremos exclusivamente en los monocultivos forestales a gran escala implantados para abastecer a la industria. Existen suficientes elementos probatorios de impactos derivados de este tipo de monocultivos a gran escala, en muchas realidades distintas, como para poder extraer conclusiones generales válidas y son éstos los que constituyen el eje del presente capítulo. Al mismo tiempo, sin embargo, el capítulo no pretende abarcar la totalidad de los impactos de las plantaciones ni tampoco decidir de antemano cuales son los principales, puesto que los impactos percibidos como centrales por las comunidades locales podrán variar de un lugar a otro. Por todo lo anterior, este capítulo no pretende agotar el tema de los impactos, sino aportar elementos que ayuden a clarificarlo.

Impactos sobre el agua

La confusión entre bosque nativo y cultivo forestal ha llevado a publicitar las funciones de este último como siendo similares a las del bosque en lo referente al mantenimiento del ciclo hidrológico. Más aún, se ha llegado a afirmar que la plantación de árboles en ecosistemas de pradera "mejoran el medio ambiente", puesto que ayudan a regular el ciclo hidrológico (JICA 1987). Estas afirmaciones no resultan sostenibles, como veremos a continuación.

Cambios en el ciclo hidrológico

El ciclo hidrológico puede ser descrito de la siguiente manera: parte del agua de lluvia es interceptada por la vegetación y se evapora, mientras que el resto cae al suelo donde, o bien escurre superficialmente, o bien se infiltra en el suelo. Parte del agua infiltrada es utilizada por las plantas y devuelta a la atmósfera; otra parte llega a la napa subterránea y circula internamente hacia los cursos de agua o manantiales y el resto se evapora (Shiva & Bandyopadhyay 1987).

En ecosistemas que no han sufrido una modificación radical reciente, la vegetación que ocurre naturalmente posee características que aseguran el mantenimiento del balance hídrico a largo plazo. La morfología y fisiología de las especies componentes de los ecosistemas locales tienden a estar adaptadas a la utilización más eficiente de la precipitación disponible. Sin embargo, la implantación de plantaciones de árboles a gran escala modifican los siguientes elementos:

* La relación entre el agua interceptada por el follaje y el agua caída al suelo. El follaje de una plantación posee características diferentes a las de un bosque natural, una sabana o una pradera (altura, forma de copa, forma y disposición de las hojas y ramas). Otro factor que caracteriza a las plantaciones es que en general están desprovistas de una vegetación de sotobosque. De estas características resultan diferencias en materia de la cantidad de agua de lluvia interceptada y evaporada. Es decir, que el suelo recibirá una cantidad mayor o menor de agua en comparación con la que recibía bajo la cobertura original.

* La relación entre escurrimiento superficial e infiltración. Esta se verá afectada por un conjunto de factores, tales como el tipo de humus generado por la plantación y la cantidad de hojarasca acumulada, que facilitarán o dificultarán la absorción e infiltración del agua caída. El volumen de agua que atravesó el dosel también afecta esta relación. La compactación del suelo por el uso de maquinaria pesada, dificulta a su vez la infiltración y favorece la evaporación.

* La relación entre evapotranspiración e infiltración a la napa subterránea. El principal factor en este aspecto estará constituido por el volumen de agua utilizado por la especie plantada. La tasa de crecimiento de los árboles está en relación directa con su consumo de agua. En plantaciones donde se emplean genotipos de rápido crecimiento de especies de rápido crecimiento, el consumo de agua tiende a ser muy elevado.

En principio entonces, lo que se puede afirmar es que casi seguramente una plantación introducirá cambios en el régimen hídrico. El tipo y grado de los cambios va a depender no sólo de la especie plantada y el manejo al que es sometida, sino que también influirá el clima local (volumen de agua caída, periodicidad, ocurrencia de sequías, temperatura, viento), la topografía y el tipo de suelo.

Los déficit hídricos provocados por las plantaciones pueden dar lugar a una serie de impactos tales como:

menor disponibilidad de agua para otras producciones agropecuarias y actividades industriales. En el estado brasileño de Espírito Santo, por ejemplo, se ha denunciado que numerosos cursos de agua se han secado a causa de las plantaciones de eucaliptos, viéndose entonces los pobladores locales privados de pescado y obteniendo cosechas agrícolas más reducidas (IAD 6/7.1992). En Nueva Zelanda, la disminución en el caudal del río Tarawera, originada en las grandes plantaciones de pinos, "está creando problemas a los usuarios de aguas abajo, incluyendo (irónicamente), a la planta de pulpa y papel Tasman, cuyos efluentes tóxicos disponen de menos agua disponible para su dilución (Rosoman 1994).

problemas de abastecimiento de agua para sistemas de generación de energía hidroeléctrica, tal como le está ocurriendo a la empresa Electricorp en la cuenca del río MacKenzie en Nueva Zelanda (Rosoman 1994).

discontinuidad en el caudal de los cursos de agua en los períodos de baja. En Sudáfrica, por ejemplo, es frecuente que cursos de agua dejen de correr durante la estación de crecimiento, en áreas donde las plantaciones han reemplazado a la vegetación arbustiva nativa (Wicht 1967, citado por Sawyer 1993).

agravamiento de las sequías. En zonas climáticas donde ocurren largas sequías estivales, como por ejemplo en la costa del Maule y Talca en Chile, la plantación "hace que el exceso del consumo de agua por parte de una masa de árboles de rápido crecimiento . . . agote las napas freáticas" (CODEFF 1994). Caroline Sargent (1992), afirma que "donde existan problemas de escasez de agua en la parte baja de las cuencas, la mayor transpiración de las plantaciones de rápido crecimiento . . . probablemente resulte perjudicial, reduciendo el caudal neto y contribuyendo al potencial de ocurrencia de sequías".

desabastecimiento de agua a comunidades locales y centros urbanos. En Chile se han debido abandonar viviendas y establecimientos agrícolas a causa de la falta de agua y la ciudad de Angol comenzó a sufrir serios problemas de abastecimiento de agua ocho años después del establecimiento de plantaciones en el área (Cruz & Rivera 1983). Como regla general, cuando los árboles reemplazan a usos no forestales del suelo, "existen pruebas abrumadoras de investigaciones de cuencas en el sentido de que, luego de la forestación, se reducen los niveles de agua en el suelo y el caudal de los cursos de agua, siendo ambos efectos más pronunciados durante la estación seca o durante la estación de crecimiento (Hamilton & King 1983).

modificación o destrucción de otros ecosistemas naturales, tales como humedales. Porter (1990), afirma que en Natal, Sudáfrica, las plantaciones industriales son una de las principales amenazas al Parque de Humedales de St Lucia y en el noreste de Tailandia, las plantaciones han dañado a las áreas de desove de los peces en ambientes fluviales sujetos a inundaciones estacionales.

Rechazando las observaciones empíricas

Enfrentados al hecho de la no coincidencia entre sus modelos teóricos de uso de agua por parte de las plantaciones y algunas de sus observaciones empíricas, algunos forestales han elegido el camino de ignorar a estas últimas.

En Chile, por ejemplo, se han dado casos en los que las plantaciones de pino (Pinus radiata) han producido el desecamiento de vertientes y de otras fuentes naturales de agua, así como crecientes irregulares en los ríos y anegamiento de valles durante la estación lluviosa. En la zona de Concepción, muchos terrenos en la cuenca del río Andalién han sido por ello abandonados por los campesinos (Cruz & Rivera 1983).

Frente a ese hecho, un profesor de suelos, especialista forestal, sostiene que "desde luego el pino, como un cultivo de alto rendimiento, necesita suficiente agua para producir madera. Sin embargo, pongo en duda que el bosque de pino consuma una cantidad de agua significativamente superior a la que ocupa el bosque natural". Lo interesante es que la misma persona luego se contradice, al afirmar que "en términos de consumo, siendo [el pino] una especie de rápido crecimiento y con una mayor biomasa, se espera que el pino tenga un consumo de agua varias veces mayor que el bosque nativo" (Cruz & Rivera, 1883).

En cambio, fueron mucho menos confusas las observaciones, claramente expresadas, de un campesino chileno de la zona de Rere. Habiendo heredado un predio de ocho hectáreas, casi íntegramente plantado con pinos, se encontró con que no podía obtener agua, ni siquiera para el uso doméstico. Al madurar la plantación, ésta fue vendida, cortándose todos los pinos y conservándose sólo un bosquete de roble, situado en una quebrada. Para su sorpresa y la de los vecinos afectados por problemas similares, se produjo el reaparecimiento de una vertiente agotada (Cruz & Rivera 1983). Observaciones del mismo tenor acerca de la recuperación de cursos de agua, pozos y "nong" (cuerpos de agua poco profundos que son cruciales para el búfalo de agua y otros tipos de ganado), han sido hechas por campesinos del noreste de Tailandia luego de la cosecha de las plantaciones de eucaliptos (PRED 1996).

La función de la ciencia debería consistir, en tales casos, en no negar que la desaparición de las fuentes de agua fue causada por las plantaciones, sino en investigar los mecanismos involucrados. Por ejemplo, preguntarse si los pinos plantados en Chile o los eucaliptos en Tailandia habían utilizado una cantidad excesiva de agua, así como otras preguntas tales como: ¿La impermeabilidad de la capa de acículas impidió la infiltración del agua hacia el subsuelo? ¿No habría un exceso de evaporación a nivel de follaje o suelo?

Una instancia similar de negación de la realidad por parte de la ciencia ocurrió en el estado de Uttar Pradesh en la India, donde Mahashweta Devi, un anciano guardabosque, resumió su experiencia diciendo: "Cortamos los bosques naturales heterogéneos de esta área y plantamos eucaliptos...Nuestros pozos de agua se han secado y la napa de agua ha descendido. Hemos cometido un pecado" (Shiva & Bandyopadhyay 1987). En lugar de promover la investigación de tales hechos, el Sr. Tewari, Presidente del Instituto de Investigaciones Forestales de la India, se limitó a ignorarlos y escribió en una edición especial de la publicación Indian Forester: "Ultimamente ha surgido en la India mucha controversia en torno al comportamiento del eucalipto en materia de consumo de agua en programas de plantación de forestación social. Se ha sostenido que las plantaciones de eucaliptos consumen grandes cantidades de agua y que llegan a agotar los recursos hídricos locales, tales como cañadas, pozos, etc. Esta noción no parece ser correcta, dado que hasta el momento no se ha aportado información surgida de la experimentación que compruebe tal hecho. . . No hay base científica alguna en la falacia popular de que los eucaliptos hacen descender la napa de agua subterránea" (Shiva & Bandyopadhyay 1987).

De la misma manera en España, los "expertos" a menudo han ignorado testimonios de campesinos tales como Constancio Moreno, de Aroche, quien afirmó que "En esta finca había riegos, ganadería, pero al sembrar de eucaliptos la parte de la sierra, las aguas disminuyeron y no pudimos seguir trabajando allí". . . "Con el eucalipto todo queda arrasado: ni pastos, ni caza, ni nada. Hay muchas tierras en la parte baja de Tariquejo que se han quedado sin agua". . . . "Es muy triste que un individuo que tenga animales se encuentre sin agua a cuenta del 'calitro' [eucalipto]" (PSOE 1979)

También en Tailandia ha ocurrido algo similar y se afirma que "muchas plantaciones están situadas sobre las napas y fuentes de agua de los pueblos locales, especialmente en la zona seca del noreste. El eucalipto absorbe y reduce tanto el agua disponible, que los campesinos no pueden irrigar sus cultivos de arroz. Este impacto ambiental es muy resentido por muchos campesinos y constituye uno de sus principales motivos de protesta contra la política de reforestación con eucaliptos" (Van Ginneken 1993).

Sin embargo, en lugar de tomar seriamente en cuenta esta oposición, los técnicos a veces han promovido a los eucaliptos en el noreste "precisamente por su elevado consumo de agua. Al hacer bajar la napa de agua, reducirían el riesgo de salinidad en los campos dedicados al cultivo del arroz" (Van Ginneken 1993).

Cuando se acepta la realidad

Los expertos forestales, por supuesto, no siempre están en condiciones de negar las observaciones empíricas. En Nueva Zelanda, la compañía de electricidad Electricorp se enfrenta a la posibilidad de que las plantaciones de Pinus radiata reduzcan el ingreso de agua a los lagos de las represas hidroeléctricas, lo que plantea una amenaza a la generación de energía. Las investigaciones llevadas a cabo señalan una posible reducción del 25-30% del agua que llega a los cursos de agua si se sustituyeran las pasturas existentes por cultivos de pinos. Esto no se trata de meras especulaciones. En la cuenca del Tarawera en la zona central de la Isla del Norte, donde se implantaron cultivos forestales (que ahora cubren el 31% del área de la cuenca), se ha calculado una reducción en el caudal del río Tarawera del orden del 27% durante el período 1964-1992 y en la cuenca del Moutere se constató la desaparición del 55% del agua de escurrimiento y del 70% del agua que alimenta a la napa freática (Rosoman 1994).

Sudáfrica es quizá el país donde la investigación sobre los efectos de las plantaciones industriales sobre el régimen hídrico se viene llevando a cabo desde hace más tiempo. Allí ya ni se discute el tema y tanto los técnicos como los agricultores están de acuerdo con que las grandes plantaciones son voraces consumidoras de agua. Como afirma un forestal sudafricano: "las plantaciones forestales comerciales consumen mayores volúmenes de agua que vegetación más baja como los arbustos, hierbas y pastos", concluyendo que "la forestación tiende a hacer disminuir sustancialmente tanto el volumen anual de agua como el flujo medio en la estación seca" (Le Roux 1990). En consecuencia, en 1972 el Departamento de Bosques y Aguas estableció un límite para el área que puede ser cubierta por plantaciones en cada cuenca o, en algunos casos, en subdivisiones de una cuenca. El porcentaje máximo que puede ser plantado en una cuenca es aquel en el que la reducción media del agua de escorrentía llega al 10%. Sin embargo, aún así subsiste la preocupación, puesto que "la plantación indiscriminada de árboles puede afectar gravemente la viabilidad de los manantiales y los humedales en muchas cuencas" (Le Roux 1990).

Finalmente, incluso la FAO, que ha sido -y aún es- una de las principales impulsoras de los monocultivos forestales, está comenzando a aceptar que "La plantación de extensos bosques de eucaliptos en cualquier cuenca deforestada, reducirá sustancialmente la producción de agua de esa cuenca y la tala de estos bosques la aumentará":

"El efecto de los eucaliptos sobre la reducción de la producción de agua, es probablemente menor que el de los pinos y mayor que el de otras especies de frondosas; pero todas las especies arbóreas reducen la producción de agua en mayor proporción que el rastrojo y el pasto. En consecuencia, cuando es importante la producción de agua de la cuenca o el estado de la napa freática en las tierras bajas adyacentes, debe considerarse muy cuidadosamente la situación antes de realizar grandes programas de repoblación forestal o deforestación" (Poore & Fries 1985).

Conclusiones

Los monocultivos forestales ya ha demostrado tener impactos negativos sobre el régimen hídrico en localidades muy diversas. Si bien esta conclusión no se puede aplicar mecánicamente a cualquier realidad, resulta suficiente como para justificar la realización obligatoria de evaluaciones de impacto ambiental previa en todos los casos en los que se promueva este tipo de plantaciones. También se puede concluir que el problema no lo constituye ninguna especie de árbol en particular, sino que radica en que este tipo de plantaciones industriales de alto rendimiento consume cantidades de agua que están en proporción directa con ese rápido crecimiento. A ello se suma el tema de la gran escala de las plantaciones industriales, que agrava el problema a nivel de cuenca, con repercusiones graves sobre lo económico, lo social y lo ambiental.

Impactos sobre la biodiversidad

De acuerdo con la Convención sobre Diversidad Biológica firmada en Rio de Janeiro en 1992 en ocasión de la Cumbre de la Tierra, la biodiversidad "comprende la diversidad dentro de cada especie, entre las especies y de los ecosistemas". Todos estos tipos de biodiversidad están amenazados por las plantaciones industriales, a menudo apoyadas por los mismos gobiernos firmantes de la convención.

Las actividades humanas afectan la biodiversidad de múltiples formas, ya sea sustituyendo unos ecosistemas por otros, exterminando o haciendo disminuir la población de determinadas especies, favoreciendo consciente o inconscientemente el desarrollo explosivo de otras o impulsando la predominancia de determinadas características dentro de una especie.

Una de las principales formas por las que las actividades humanas reducen la biodiversidad está constituida por la sustitución deliberada de ecosistemas diversos por sistemas homogéneos en las áreas agrícola, ganadera, pesquera y forestal.

Los monocultivos de árboles y la biodiversidad

Cualquier plantación industrial afecta a los ecosistemas, a las especies locales y a su variabilidad genética. Estas plantaciones están constituidas por una especie dominante (habitualmente exótica), que crece en extensos bloques homogéneos, sometidos a un manejo intensivo. Este manejo implica la preparación del suelo, la fertilización, el uso de herbicidas, la limpieza del sotobosque, la eliminación de árboles enfermos, los raleos, la persecución a la fauna que pueda perjudicar a los árboles y las cortas periódicas. Todos estos factores provocan alteraciones profundas en la flora y fauna de los ecosistemas locales, que pueden afectar a la región en su conjunto.

Las plantaciones industriales pueden sustituir cultivos, praderas, bosques o a cualquier otro ecosistema. Dada su escala, generalmente abarcan tanto áreas sometidas a intensas actividades productivas como a áreas relativamente poco intervenidas.

En muchos casos, el impacto mayor de las plantaciones sobre la biodiversidad precede a la propia instalación de los árboles. En muchos países se eliminan -legal o ilegalmente- bosques nativos, en parte para que puedan ser sustituidos por plantaciones. Postel & Heise (1988, citados por Sawyer 1993), estimaron que por lo menos el 15% de todas las plantaciones realizadas en países tropicales han sido establecidas a costa de bosques naturales densos. Las propias especies nativas han sido usadas o están destinadas a ser usadas como materia prima para pulpa en Papua Nueva Guinea, Camerún, Indonesia, Malasia, Nigeria, Chile y otros países (Dudley, Stolton & Jeanrenaud 1995).

En algunos casos, la reducción de la biodiversidad es enorme. En 1993, por ejemplo, la empresa Aracruz Forestal fue acusada de cortar bosques de la Mata Atlántica en Brasil, para sustituirlos por plantaciones de eucaliptos. La Mata Atlántica detenta el record en materia de biodiversidad y en una reciente investigación se identificaron 450 especies de árboles en sólo una hectárea de bosque (Faillace & Miranda 1993).

En áreas densamente pobladas, en particular en los trópicos, las grandes plantaciones frecuentemente desplazan a grandes números de campesinos. Esas personas desplazadas a menudo se ven forzadas a limpiar áreas de bosques primarios en otras áreas, para realizar allí sus actividades agrícolas de subsistencia (ver los estudios de caso de la Segunda Parte, en particular el capítulo 12). En este caso, las plantaciones implican un fuerte impacto indirecto sobre la biodiversidad.

Por otro lado, los impactos de las plantaciones sobre los suelos y sobre el ciclo hidrológico también tendrán consecuencias sobre la flora y la fauna. En general, los impactos sobre los suelos afectarán fundamentalmente a la fauna y la flora que habita la propia plantación. En cambio, los impactos sobre el agua también podrán tener efectos mucho más amplios. El elevado consumo de agua por parte de los árboles cultivados, puede hacer desaparecer o modificar profundamente áreas de humedales cercanas, o desecar cursos de agua, con la consiguiente desaparición o disminución de las poblaciones de flora y fauna que dependen de esos hábitats para desarrollar sus actividades vitales. Incluso sin llegar a esos extremos, los cambios en el régimen hidrológico de los cursos de agua provocados por estas plantaciones igualmente afectarán a las especies que se relacionan de alguna manera con esos cursos de agua.

Impactos sobre la flora

Los cultivos industriales se inician con la preparación del suelo. La mayor parte de las especies locales desaparecen del área de plantación. Las especies pioneras que vuelven a instalarse son eliminadas, ya sea por la limpieza mecánica de la plantación o por la aplicación de herbicidas. Una vez que los árboles han crecido, impiden el desarrollo de la mayoría de las especies vegetales por efecto del sombreado, la acumulación de hojarasca y ramas en el suelo, la competencia por el agua y los nutrientes, los efectos acumulativos de ciertos cambios en el suelo y los efectos alelopáticos de algunas especies que producen sustancias químicas que afectan negativamente el desarrollo de otras especies (Shiva & Bandyopadhyay 1987, Rosoman 1994, Barnett & Juniper 1992).

Las pocas especies que logran sobrevivir bajo la plantación o en los caminos cortafuegos son eliminadas periódicamente para reducir el peligro de incendios. El propio tipo de árboles, el manejo intensivo y la corta realizada cuando los árboles alcanzan las dimensiones adecuadas para su procesamiento, hace que la flora que podría asociarse a los árboles (plantas epífitas, parásitas, trepadoras, etc.) tampoco pueda desarrollarse en esas condiciones. Esta reducción de la biodiversidad puede impactar gravemente sobre las formas de sustento a nivel local. Por ejemplo, en una comunidad de la provincia de Yasothorn en el noreste de Tailandia, la destrucción de los pastizales causada por las plantaciones de eucaliptos, dejó sin pasturas al ganado y búfalos de agua locales, obligando a una docena de familias a abandonar sus hogares (PRED 1996).

A veces se muestran fotos de plantaciones con un extenso sotobosque (como en el caso de Lima 1993). Sin embargo, en estos casos no se trata de monocultivos industriales, sino de plantaciones abandonadas o que no reciben manejo alguno. En esas condiciones, las pioneras locales comienzan a sustituir a la plantación, en particular a medida que aumenta el espaciamiento entre los árboles que van quedando de la antigua plantación.

A veces también se pretende que en algunos casos las plantaciones incrementan la flora, como por ejemplo cuando reemplazan comunidades no forestales. Por ejemplo, dos consultores de la FAO dicen que las plantaciones "crearán un ambiente de bosque que ordinariamente produce un resultado benéfico". Sin embargo, a continuación agregan que "es improbable que se favorezcan las especies características del anterior terreno despoblado" (Poore & Fries 1985) y otro estudio de la FAO acepta que "cuando las comunidades vegetales nativas (bosques, áreas arboladas o pasturas) son sustituidas por plantaciones mono o poliespecíficas de especies nativas o exóticas, con el objetivo central de producir madera, generalmente se producirá una reducción tanto en diversidad de hábitats como de especies en dicho lugar" (FAO 1992).

Algunos de los gobiernos y empresas involucrados en plantaciones industriales a gran escala se han visto forzados, en respuesta a las presiones públicas, a adoptar el discurso de la oposición y a adornar el paisaje monótono de las plantaciones con algunas pequeñas áreas de bosque natural o plantaciones de árboles nativos. Sin embargo, estos cambios son necesariamente cosméticos, dado que el objetivo central de las plantaciones, que es el de proveer enormes cantidades de materia prima uniforme para la industria, permanece inalterado. Tal como señala Philip Fearnside (del Instituto Nacional Brasileño para la Investigación de la Amazonía), los cambios que implican incorporar "una mezcla de unas pocas especies, incluyendo algunas exóticas, no modifican sustancialmente el impacto que tienen las plantaciones a muy gran escala sobre la biodiversidad" (Fearnside 1993). Sin embargo, tales cambios pueden servir a veces al propósito de confundir al público y dividir a la oposición. El caso de Brasil (ver capítulo 7) es particularmente revelador en este sentido.

El impacto sobre la flora no se limita al área ocupada por la plantación, sino que también afecta a la flora circundante de varias formas:

• Algunas especies utilizadas comunmente en plantaciones, cuando encuentran ambientes adecuados, se reproducen fuera de la plantación y se convierten en plagas para la vegetación nativa. Tal contaminación biológica en algunos casos asume grandes proporciones, como en los casos del Pinus patula y Acacia melanoxylon en Sudáfrica (Bainbridge 1990, Rosoman 1994) y el Pinus pinaster en Uruguay (Carrere 1994).

• Algunas enfermedades o plagas que no existían en la región, pueden comenzar a afectar a la vegetación nativa. En la India, un hongo que se desarrolló en un pino exótico (Pinus radiata), ahora amenaza la sobrevivencia de los pinos nativos roxburghii y wallichiana. En Kenia y Malawi, un áfido que comenzó atacando a un ciprés exótico (Cupressus lusitanica), pasó luego al árbol nacional de Malawi (Widdringtonia nodifolia) y a otro árbol indígena (Juniperus procera).(Barnett & Juniper 1992).

• Los incendios originados en las plantaciones o vinculados a las mismas, pueden afectar seriamente a la flora nativa de amplias regiones. Como señalan Cavieres & Lara (1983), la presencia del copihue (flor nacional de Chile) en un área estudiada "se ha visto fuertemente disminuida por los roces [uso deliberado del fuego], existiendo en la actualidad sólo algunos escasos y débiles ejemplares". También en el norte de Tailandia, el fuego utilizado para simplificar la estructura de las plantaciones ha invadido áreas aledañas de bosques y puesto en jaque el desarrollo de plantas no arbóreas utilizadas para diversos fines por los pobladores locales.

• Los fertilizantes, herbicidas y plaguicidas, que son arrastrados por el viento o el agua, pueden tener impactos lejos del área de la plantación. Estos productos químicos contaminan el suelo, los cursos de agua y la atmósfera y afectan a personas, plantas y fauna (Rosoman 1994). En Brasil, los habitantes de la comunidad pesquera de Caravelas, presentaron una demanda ante la justicia, solicitando la realización de una investigación sobre la disminución significativa de cangrejos y otras especies, vinculada al uso de agroquímicos por las plantaciones de Bahia Sul (CEPEDES/CDDH 1992).

Impactos sobre la fauna

Para la mayor parte de la fauna local, una plantación constituye un desierto, donde no existen alimentos, refugio u oportunidades de reproducción. Las especies empleadas comunmente son exóticas, cuya principal ventaja radica precisamente en la casi inexistencia de "plagas y enfermedades" en el nuevo ambiente donde se las implanta. Si bien esto es muy positivo para el inversionista forestal, no lo es en absoluto para la fauna local, cuyo habitat desaparece.

Para algunas especies, la plantación puede tener algunas ventajas en materia de refugio frente a sus predadores, pero ésto a su vez puede llevar a la disminución drástica de las poblaciones de esos predadores y a un desarrollo descontrolado de la población beneficiada por la plantación. Tal es el caso en algunas regiones de Chile, donde las plantaciones han hecho disminuir drásticamente el número de zorros, con el consiguiente incremento de roedores y conejos, que a su vez afectan a los pinos de las plantaciones (Schlatter & Murúa 1992).

El desequilibrio generado por la plantación afecta a un conjunto muy grande de especies, la mayoría de las cuales pasan desapercibidas para las personas que no residen en la zona o para quienes no son especialistas. La enorme variedad de formas de vida existentes a nivel del suelo (incluyendo bacterias, hongos, pequeños insectos, lombrices, etc.) puede sufrir grandes modificaciones por la combinación de los cambios en la hojarasca y otros restos vegetales a descomponer, así como por las modificaciones en la composición química y la estructura del suelo. El uso de agroquímicos también produce importantes alteraciones en la flora y fauna del suelo (Rosoman 1994).

Las plantaciones industriales se caracterizan por un manejo intensivo, basado fundamentalmente en cálculos de rentabilidad económica. Los árboles nunca llegan a su madurez, sino que son cortados cuando adquieren las dimensiones óptimas para su venta o cuando se enlentece su crecimiento. Ello implica la casi inexistencia de micro-hábitats para numerosas especies que se desarrollan en árboles maduros, enfermos o muertos. Muchas especies de hongos e insectos que habitan esos micro-hábitats en los bosques nativos, simplemente desaparecen y con ellos el alimento de sus predadores. También tienden a desaparecer las plantas epífitas y las trepadoras, de gran importancia a su vez para el desarrollo de otra fauna que las utiliza de distintas formas (Barnett & Juniper 1992).

Existe a su vez un número reducido de especies que logran adaptarse al nuevo ambiente creado por la plantación. Sin embargo, algunas de estas especies son exterminadas porque afectan negativamente el desarrollo de la plantación. Tal es el caso de las hormigas cortadoras en Uruguay, Argentina y Brasil, que son uno de los pocos insectos que encuentran alimento en las plantaciones de eucaliptos y pinos y que deben ser exterminadas con venenos para que los árboles puedan desarrollarse. La contaminación resultante puede por supuesto afectar a otra fauna inofensiva para los árboles. Finalmente, las pocas especies que logran adaptarse al ecosistema de la plantación, sufren la destrucción de su nuevo hábitat cada pocos años, al llegar el momento de la cosecha de los árboles. En el caso del eucalipto esto suele ocurrir entre los 6 y los 10 años y en el caso de los pinos cada 12 a 20 años.

El impacto sobre la fauna escapa al ámbito del área cubierta por la plantación y se extiende al área circundante. La plantación es generadora de desequilibrios que modifican la composición de la fauna, ya sea por el aumento de las especies beneficiadas por la plantación, como por la disminución de aquellas que resultan perjudicadas. Los incendios originados en las plantaciones se extienden a los ecosistemas circundantes, en tanto que los agroquímicos utilizados "afectan a la flora y fauna acuática dentro y fuera de la plantación cuando los cursos de agua son contaminados con . . .productos minerales o químicos (Sawyer 1993) (ver ejemplos en capítulos 7, 8 y 10).

El desequilibrio afecta a la propia plantación

La homogeneidad de estas grandes plantaciones constituye un serio problema para la propia plantación. La gran ventaja inicial de las especies exóticas (la inexistencia de una fauna local a la que sirva de alimento), se puede convertir en su talón de Aquiles a largo plazo, en la medida en que comiencen a aparecer predadores adaptados a dichas especies. En ese caso, el desierto alimenticio se convierte súbitamente en un festín para una especie, que podrá desarrollarse exponencialmente y llegar a dañar seriamente o incluso aniquilar a la plantación. Tal fue lo que ocurrió en Uruguay, donde el Pinus radiata tuvo que ser abandonado a raíz de graves ataques de la polilla del brote Ryacionia buoliana. La Gmelina arbórea corrió la misma suerte en Brasil y los monocultivos de árboles establecidos por la Paper Industry Corporation of the Philippines (PICOP) han sufrido permanentes ataques de plagas por la misma razón.

Por añadidura, la aplicación de los agroquímicos desarrollados para la agricultura resulta muy complicada, en particular una vez que las copas de los árboles se han desarrollado y las aplicaciones de dichos productos pueden contaminar a amplias regiones. Resulta extremadamente difícil aplicar estos productos en plantaciones densas y si se utiliza la pulverización o espolvoreo aéreos, se requieren cantidades enormes de plaguicidas para asegurar una cobertura total. Parte de estos productos, aplicados por encima del dosel de la plantación, son transportados por el viento y contaminan a amplias áreas externas a la plantación. En Nueva Zelanda "se emplean en las plantaciones más de 30 marcas de herbicidas, insecticidas y fungicidas . . . incluyendo organoclorados altamente tóxicos y persistentes. Amplias áreas son rociadas con diferentes productos químicos. Por ejemplo, alrededor del 10% de las plantaciones son en promedio rociadas 3,5 veces para controlar el Dothistroma. Esto significa que unas 90.000 hectáreas han sido tratadas anualmente durante los últimos catorce años (Rosoman 1994).

Si bien existen otros métodos de control que se están desarrollando en silvicultura, como el manejo de la densidad (control del número de árboles por hectárea para hacer la plantación menos propensa al ataque de determinadas plagas o enfermedades) o el control biológico (la introducción de un predador de la especie plaga), lo cierto es que cuanto más se extienden estas plantaciones monoespecíficas el peligro se vuelve mayor (Davidson 1987, citado por Sawyer 1993). Numerosas plagas afectan en la actualidad a las plantaciones de eucaliptos en Brasil, en tanto que a principios de este siglo no se había constatado casi ninguna. Las plantaciones de pino de segunda y tercera rotación en Sudáfrica también están sufriendo ataques de plagas antes inexistentes (Evans 1986 y Ball 1992, citados por Sawyer 1993).

Conclusiones

El desarrollo forestal basado en los monocultivos afecta, por definición, a la biodiversidad. En efecto, la lógica interna de esta concepción (llevada al extremo por la Revolución Verde en los cultivos agrícolas y que influyó el posterior desarrollo de la forestación, piscicultura y lechería), implica la sustitución de la diversidad presente en la naturaleza por la homogeneidad de los procesos industriales. En lo forestal, las plantaciones a gran escala constituyen la expresión paradigmática de esta concepción, donde se controlan los genes, las semillas y las plantas; se sustituye el reciclaje de nutrientes por el agregado de fertilizantes; se elimina la competencia entre especies con herbicidas; se controla el crecimiento a través del espaciamiento y el raleo, etc. Se lo ha definido como la "fábrica sin techo": por un extremo ingresan las materias primas (genes), luego se le incorporan otros insumos y energía y por el otro extremo sale el producto homogéneo con las características predefinidas.

La dimensión del impacto sobre la biodiversidad dependerá de la especie utilizada, de la escala de la plantación y de los métodos de manejo, pero lo que no puede cuestionarse es que efectivamente tiene un impacto negativo sobre la biodiversidad misma. A escala global, la biodiversidad no puede ser conservada mediante el simple procedimiento de dejar áreas vírgenes más o menos extensas dentro de un creciente mar de homogeneidad. Como sostiene Vandana Shiva, "la diversidad no podrá conservarse hasta que no constituya la lógica de la producción" (Shiva, 1993).

Impactos sobre los suelos

Muchos estudios existentes sobre los impactos de las plantaciones industriales sobre los suelos confunden el tema citando investigaciones irrelevantes. Por ejemplo, una publicación de la FAO afirma que "Los efectos que sobre la calidad del suelo tienen los eucaliptos cuando no son objeto de explotación forestal han sido comparados con los de otras especies y con áreas no arboladas. Los estudios se realizaron principalmente en la India y los países mediterráneos y son bastante recientes. Se comprobó que los eucaliptos tienen un efecto benéfico sobre la estructura del suelo y resisten ventajosamente la comparación con el pino y el sal (Shorea robusta). En parajes sin arbolado, los eucaliptos mejoran la fertilidad del suelo por efecto de la hojarasca en descomposición" (FAO, 1990).

La cita anterior llevaría a pensar que los eucaliptos mejoran los suelos. Sin embargo, el ejemplo citado se refiere a plantaciones no cosechadas, en tanto que las grandes plantaciones monoespecíficas de cualquier especie, normalmente se plantan para ser cosechadas y no para mejorar los suelos. Por otro lado en el mundo real, donde las inversiones se hacen para lograr una elevada rentabilidad, las plantaciones a gran escala no se realizan sobre suelos degradados como los que parece describir la FAO, donde los árboles crecen muy poco. Al analizar los impactos de plantaciones comerciales de verdad, resulta más relevante examinar lo que dice más adelante el mismo estudio, refiriéndose a plantaciones manejadas y cosechadas, donde "el capital nutritivo se altera considerablemente porque se retiran nutrientes del terreno" (FAO 1990).

Una vez que se aclara la confusión y la discusión se centra sobre los monocultivos industriales, sus defensores apelan, como último argumento, a la comparación entre los cultivos forestales y los cultivos agrícolas del modelo de la Revolución Verde. Argumentan entonces que las plantaciones de árboles no deberían ser objeto de preocupación ambiental especial, puesto que resultan mucho menos degradantes del suelo que este tipo de cultivos. Por ejemplo, la FAO cita un estudio que muestra que "la cantidad de nitrógeno consumida por la cosecha de cereales es dos veces y media mayor que la cantidad consumida por la plantación de eucaliptos; en el caso del fósforo, la proporción es de 15 a 1" (FAO, 1990). Es decir, que la silvicultura tipo Revolución Verde sólo puede defenderse diciendo que no es tan mala como el movimiento del que toma gran parte de su inspiración. Esta defensa, a la vez de no resultar efectiva con respecto a los críticos de la Revolución Verde, implícitamente abandona la premisa de que una de las principales razones para la plantación de árboles es la de promover ambientes no agrícolas , de tipo forestal.

El ciclo de los nutrientes

Los árboles obtienen del suelo los nutrientes necesarios para su desarrollo. Como explica Rosoman (1994), en ecosistemas naturales, los mismos nutrientes están siendo utilizados una y otra vez, en un ciclo relativamente cerrado. Los árboles extraen con sus raíces los minerales del suelo disueltos en agua y los conducen hacia las hojas, donde son transformados en materia orgánica y utilizados por el árbol para cumplir con sus funciones vitales. Las hojas, ramas, flores, etc. caen al suelo, donde distintos organismos las descomponen y liberan los minerales que podrán ser nuevamente utilizados por las raíces, reiniciándose así el ciclo de nutrientes. El árbol mismo muere y se descompone en el propio bosque, liberando nuevamente los nutrientes contenidos en su madera.

Si bien el ciclo es fundamentalmente cerrado, también existen ingresos y salidas de nutrientes. Los ingresos provienen fundamentalmente de la atmósfera (bajo la forma de sales u otros materiales que se depositan sobre las hojas y llegan al suelo con el agua de lluvia), de la descomposición de las rocas que constituyen el material que dio origen al suelo, de los cursos de agua (particularmente donde ocurren inundaciones) y a través de las deposiciones o cadáveres de los animales que circulan por el área. Las salidas se originan en la erosión (hídrica y eólica), en la infiltración de los nutrientes diluidos en agua hacia las napas subterráneas o hacia niveles del suelo inaccesibles para las plantas y con los animales que extraen materia orgánica del sistema y la deponen afuera del mismo.

A lo anterior se agrega el caso particular del nitrógeno, que puede ingresar al sistema por la acción de ciertas bacterias presentes en las raíces de algunas plantas o a través de las precipitaciones. A su vez el nitrógeno puede salir del sistema por oxidación de la materia orgánica o por procesos que liberan nitrógeno en forma gaseosa.

Los árboles requieren algunos nutrientes en cantidades relativamente elevadas, mientras que utilizan pequeñas dosis de otros. Los primeros son los llamados macronutrientes y son básicamente nitrógeno, fósforo, potasio, calcio y magnesio. Los segundos son los micronutrientes (boro, cobre, zinc y otros) los cuales, si bien no son requeridos en grandes cantidades, son igualmente indispensables para el crecimiento de los árboles.

Las plantaciones y los suelos

En ecosistemas naturales poco intervenidos por la acción humana (en particular industrial), el ciclo de nutrientes está en equilibrio relativo, compensándose en general las salidas con las entradas.

En el caso de los monocultivos intensivos de árboles la situación es totalmente diferente. Estas plantaciones, compuestas por especies de rápido crecimiento y sometidas a turnos de rotación cortos, dan lugar a modificaciones de los suelos mucho más importantes que las que ocurren en plantaciones no manejadas o no cosechadas.

Las plantaciones generan impactos directos, provocados por la propia presencia de los árboles e incluyen cambios en el reciclaje de nutrientes y en las propiedades químicas y físicas de los suelos.

En la mayoría de las plantaciones comerciales, se constata un desbalance entre los nutrientes tomados por la raíz y los devueltos por los árboles en forma de materia orgánica muerta. Dado que especies tales como los eucaliptos y pinos tienden a dificultar la acción de agentes descomponedores como los hongos y las bacterias, el resultado es que los nutrientes contenidos en la hojarasca no son liberados y puestos a disposición de la raíz para su reutilización. Cambios químicos tales como la acidificación del suelo y la ocurrencia de determinados compuestos químicos, vuelven imposible la vida de numerosas de especies de descomponedores. A ello se suman los cambios en materia de humedad, temperatura, luminosidad, etc. que también impactan sobre los descomponedores. Las hojas de algunas de las especies comerciales contienen determinadas sustancias (tanino, lignina, grasas, ceras, etc.) que resultan dificilmente digeribles (o incluso tóxicas) para la flora y fauna del suelo. Muchos descomponedores no son capaces de adaptarse y desaparecen. Como resultado, la hojarasca se decompone muy lentamente y se va acumulando sobre el suelo. En un estudio realizado en Nigeria, se constató que mientras las hojas de los bosques nativos se descomponían en 2-7 meses, las hojas de pinos demoraban de 3 a 6 años en hacerlo (Barnett & Juniper 1992).

En plantaciones no comerciales, este problema no resulta grave, puesto que eventualmente se llega a un equilibrio. Los nutrientes no son exportados, la hojarasca finalmente se descompone y la plantación en su conjunto eventualmente deja de crecer. En algunos casos, los suelos bajo estas plantaciones no comerciales pueden resultar enriquecidos por la reintroducción de nutrientes que se hallaban en capas más profundas del suelo, donde no llegaban las raíces de los árboles, arbustos o pastos nativos. Sin embargo, la situación es totalmente distinta en las plantaciones comerciales, donde el suelo se va empobreciendo en relación directa con la velocidad de crecimiento y los turnos de corta de los árboles. El rápido crecimiento, combinado con la lenta descomposición de la hojarasca, implica que los árboles están extrayendo nutrientes más rápidamente de lo que los están devolviendo.

Las plantaciones también pueden conducir a una mayor acidificación de los suelos y a cambios en sus propiedades físicas. De acuerdo con Rosoman (1994), la acidificación se produce por la combinación de dos factores. Por un lado, por la lenta descomposición de la materia orgánica, característica de las plantaciones. Por otro lado, por la exportación de nutrientes. Los árboles toman del suelo iones cargados negativamente (cationes) y dejan en el suelo iones de carga positiva como el hidrógeno o el aluminio, lo cual resulta en una acidificación del suelo. En ecosistemas sujetos a escasa interferencia industrial, los cationes son eventualmente devueltos al suelo al morir y descomponerse los árboles, mientras que en las plantaciones industriales, gran parte de ellos son removidos al momento de la cosecha, con la resultante acidificación. Otros cationes, si bien quedan en el medio, permanecen encerrados en la materia orgánica no descompuesta que se señaló anteriormente.

Impactos por la implantación y el manejo

Las plantaciones industriales se inician con un laboreo importante del suelo. Esto ya implica la posibilidad de erosión, particularmente en áreas con pendientes pronunciados. Luego de implantados los árboles, se realizan desmalezados manuales, mecánicos o con herbicidas, con el objetivo de evitar que otras plantas compitan con los árboles. Así se destruye gran parte de la vegetación nativa que había logrado sobrevivir luego de la implantación. Todo esto implica que el suelo se encuentra desprotegido frente a la erosión durante un período relativamente prolongado, que puede llegar a los 2 ó 3 años. La erosión puede atacar no sólo al suelo de la propia plantación, sino que también puede ocurrir en los puntos de mayor concentración de salida de las aguas. Tal ha acontecido por ejemplo en Galicia, donde el aterrazado para la plantación de eucaliptos ha dado lugar a procesos erosivos graves (Ruiz 1990).

Cuando los árboles son cosechados se producen nuevas pérdidas por erosión y por la exportación de nutrientes. Existen tres métodos de cosecha de los árboles: (1) la extracción del árbol entero, (2) la extracción del tronco con corteza y (3) la extracción del tronco descortezado. Según cual sea el método adoptado, la exportación de nutrientes del sistema será mayor o menor, pero en todos los casos sucederá. En un estudio realizado en Brasil, se determinó el contenido de nutrientes en los distintos componentes de los árboles de una plantación de Eucalyptus saligna de 4 años de edad (38 tons/há de biomasa aérea) y se llegó a los porcentajes que se detallan en el cuadro 4.1.

Cuando se extrae sólo el tronco, se estará extrayendo casi la mitad del fósforo contenido en los árboles, así como casi la cuarta parte del potasio y cantidades algo menores de magnesio, nitrógeno y calcio. Cuando se extrae el tronco con corteza, la exportación de fósforo crece al 58%, la de magnesio al 44%, de potasio al 39%, de calcio al 35% y de nitrógeno al 20%. Resulta claro que la peor opción sería la extracción del árbol entero.

CUADRO 4.1
Contenido de nutrientes en una plantación de Eucalyptus saligna (I)

Componente Porcentaje de cada elemento contenido en los distintos componentes
  N P K Ca Mg
Tronco 12 49 24 8 14
Corteza 8 9 15 27 30
Ramas 17 14 26 34 17
Hojas 63 28 35 31 39
Total árbol 100 100 100 100 100

Fuente: Poore & Fries 1985

Si se llevan esos porcentajes a kilogramos por hectárea, se llega a las cifras que se muestran en el cuadro 4.2. Es necesario tomar en cuenta que este ejemplo trata de una plantación joven de sólo 38 toneladas por hectárea, que aún no ha llegado a su turno de explotación comercial. Es decir, que al momento de la cosecha se estarían extrayendo del suelo entre 4 y 5 veces más kilogramos de nutrientes que los que figuran en dicho cuadro. Incluso sin emplear métodos de cosecha de remoción del árbol entero, se ha estimado que tres rotaciones de pinos, implantados sobre suelos poco fértiles, implicarán una remoción de fósforo equivalente a la que se produciría en 20.000 años de procesos naturales (Adams 1978). (Ver también Holt & Spain [1986] y Jordan [1985] quienes analizan la reducción de carbono y nitrógeno del suelo en plantaciones de Araucaria cunninghammii y Gmelina arbórea).

CUADRO 4.2
Contenido de nutrientes en una plantación de Eucalyptus saligna (II)

Componente

Elemento (kg/há)

  N P K Ca Mg
Tronco 21 12 42 17 6
Corteza 13 2 26 57 13
Ramas 30 3 45 69 7
Hojas 107 7 61 64 17
TOTAL 171 24 174 207 43

Fuente: Poore & Fries 1985

En conclusión, cuanto mayor sea el crecimiento y mayor la tasa de extracción, más rápidamente se agotarán las existencias de nutrientes en el suelo, en particular si se extrae el árbol entero. Esta pérdida de nutrientes implicará, o bien eventualmente el abandono de la plantación dejando tras si un suelo empobrecido, o bien la incorporación de insumos externos bajo la forma de fertilizantes químicos. Esta última opción es la que está siendo impulsada por la silvicultura moderna, pero la experiencia de los cultivos agrícolas prueba que no sólo no constituye una solución a largo plazo, sino que además provoca otros impactos como la contaminación de la napa de agua subterránea y de los cursos de agua, así como nuevos impactos sobre la microflora y fauna del suelo (Rosoman 1994).

Es interesante señalar que las anteriores conclusiones son válidas tanto para eucaliptos como para pinos y que son aceptadas tanto por activos promotores de este tipo de forestación (FAO), como por grandes empresarios forestales tales como la compañía Shell:

"La cosecha de los eucaliptos en turnos cortos, especialmente cuando se aprovecha toda la biomasa, conduce a un rápido agotamiento de las reservas de elementos nutritivos en el suelo. Lo anterior es una consecuencia directa de su rápido crecimiento . . . Existe cierta evidencia sobre una mayor remoción de nutrimentos en plantaciones de pinos de condiciones similares" (Poore & Fries, 1985).

"Sin embargo, la cosecha de árboles enteros, así como los manejos en turnos cortos retiran gran parte de los nutrientes, no sólo reduciendo la fertilidad del suelo . . sino además acidificándolo" (Good, Lawson &Stevens 1993).

Por otro lado, las plantaciones de turno corto implican actividades frecuentes de manejo, lo que hace al suelo más propenso, tanto a la erosión como a otros tipos de pérdida de nutrientes. El tránsito de vehículos pesados provoca compactación del suelo, lo que dificulta la infiltración del agua y favorece la erosión. La extracción de troncos rompe la superficie del suelo, dejándolo expuesto a las lluvias, facilitando así la acción erosiva del agua de lluvia. La tendencia creciente hacia una mayor mecanización, con la sustitución de las motosierras por grandes máquinas cosechadoras, implicará un agravamiento de este tipo de impacto sobre los suelos.

Por todo lo anterior, resulta a todas luces absurdo plantear -en abstracto- que los árboles protegen o mejoran el suelo. Toda la evidencia indica que, por el contrario, las plantaciones industriales constituyen un factor de degradación de suelos y que de ninguna manera pueden asimilarse a la función que cumplen los árboles en los ecosistemas forestales naturales.

Contaminación industrial

El tipo de plantaciones analizadas en este libro están orientadas hacia la moderna industria de la pulpa y el papel, que históricamente ha sido una de las industrias más contaminantes y que emite "algunos de los efluentes más tóxicos producidos por cualquier industria" (Kroesa 1990). La producción de pulpa química implica el empleo de compuestos sulfurados, cuya recuperación genera el típico olor a huevos podridos en la planta y sus alrededores. El proceso Kraft emite a la atmósfera dióxido de sulfuro (uno de los principales factores de la lluvia ácida), a razón de uno a tres kilogramos por tonelada de pulpa, en tanto que la pulpa al sulfito emite unos cinco kilogramos por tonelada. Las sales de aluminio utilizadas en el proceso Kraft son altamente tóxicas para ciertos peces y "derrames accidentales, que ocurren con frecuencia, pueden tener efectos desastrosos sobre la vida acuática aguas abajo" (Kroesa 1990). La producción de pulpa mecánica y quimio-termo-mecánica resultan a su vez en la liberación de compuestos orgánicos sulfurados los que, junto a ácidos resinosos y otros residuos de madera, dan lugar a un efluente altamente tóxico, de muy difícil descomposición y peligroso para los peces.

La lignina contenida en la pulpa le otorga un color marrón, que en el blanqueo convencional es removida a través del empleo de cloro gaseoso. La pulpa es sometida a un posterior proceso de blanqueo utilizando dióxido de cloro o hipoclorito. En promedio se utilizan entre 50 y 80 kilogramos de cloro para producir cada tonelada de pulpa Kraft blanqueada por el proceso convencional. Alrededor del 10% de este cloro se combina con moléculas orgánicas de la madera, que es descargada junto a los demás efluentes de la planta. Esto produce compuestos clorados tóxicos, llamados organoclorados, que tienden a ser vertidos directamente a los lagos, ríos y océanos. Tales compuestos, químicamente muy estables, se esparcen a cientos de kilómetros de la planta que los origina y tienden a acumularse en los tejidos de animales en cantidades muy peligrosas, particularmente en aquellos que están más arriba en la cadena alimenticia.

Entre estos compuestos químicos se encuentran los éteres clorados, conocidos como dioxinas, que están entre los tóxicos más potentes conocidos. De acuerdo con la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (EPA), la gente que regularmente consume pescado capturado cerca de las plantas de pulpa tiene 1.000 veces más probabilidades de desarrollar determinados tipos de cáncer que quienes no lo hacen. Además de ser carcinógenas, la EPA constató que, a niveles de exposición muy cercanos a los que ya están expuestos millones de personas, las dioxinas pueden tener efectos adversos sobre el desarrollo, la reproducción y el sistema inmunológico en los seres humanos. Experimentos llevados a cabo en animales, muestran que las dioxinas pueden provocar graves defectos de nacimiento, muerte al nacimiento, esterilidad, feminización de machos y masculinización de hembras (ES&T 29 (1), O'Brien 1990, Hocking 1991, Floegel 1994, Greenpeace International 1994, Kroesa 1990).

Las plantas de pulpa y papel pueden también provocar una amplia gama de problemas ambientales y de salud. En los Estados Unidos, la EPA ha informado que la industria del papel es la tercera de las principales fuentes de contaminantes tóxicos. Generalmente las plantas emiten al aire cloroformo, tetracloro de carbono, sulfuro de hidrógeno y dióxido de sulfuro y descargan en el agua residuos orgánicos, sales de aluminio y otras sales minerales. En Webuye, Kenya, se considera que la planta de la empresa Pan African Paper Mills es la causante de una serie de problemas sanitarios; más del 60% de los niños nacidos en Webuye durante los últimos 15 años (la empresa comenzó sus operaciones en 1974) han sufrido problemas respiratorios entre las edades de 1 a 5 años. Los efluentes de la planta han contaminado el río Nzoia, con el impacto consiguiente sobre la gente que aseguraba su subsistencia de la pesca a pequeña escala (Ong'wen 1994). Situaciones como ésta son muy similares en todos lados (ver capítulos 7, 11 y 12). Las investigaciones llevadas a cabo en Canadá y en los países nórdicos, han documentado a su vez una asombrosa variedad de trastornos en peces cerca de las plantas papeleras, incluyendo deformidades esqueléticas, problemas reproductivos, erosión de agallas y embriones deformes (Dudley et al. 1995).

Pese a que algunas plantas y empresas han cedido a las presiones públicas, adoptando medidas para el control de la contaminación a través, por ejemplo, de la reducción o la eliminación del uso de cloro, lo cierto es que la industria aún se encuentra lejos del cumplimiento de estándares razonables de seguridad. Peor aún, está trasladando parte importante de la producción de pulpa (donde ocurre la mayor contaminación) al Sur, donde los controles son menos estrictos y por ende la producción más barata. Mientras que en Alemania el 20% de los costos totales de instalación de nuevas plantas se destina a la protección ambiental, dicho porcentaje desciende al 5,6% en el caso de Bahia Sul Celulose en Brasil (CEPEDES/CDDH 1992).

Otros impactos socioeconómicos

En general, los grandes cultivos forestales comerciales promovidos en el Sur por las agencias gubernamentales, las empresas nacionales y extranjeras, la banca multilateral y otros actores externos a la región, son implantados en áreas ya habitadas. Aunque su objetivo no es el de mejorar la calidad de vida de esa población local, sino la obtención de grandes volúmenes de madera en el menor tiempo posible, tanto las empresas como los gobiernos publicitan las supuestas ventajas que los mismos tendrán para la gente a nivel local. A nivel nacional el futuro económico y social del país se hace aparecer como dependiendo del desarrollo de las plantaciones y de las plantas de pulpa, sosteniendo que las mismas generarán empleos directos e indirectos, incrementarán las exportaciones y promoverán el desarrollo del país.

Sin embargo, la experiencia muestra que los problemas generados por las plantaciones industriales a gran escala tienden a ser no sólo ambientales, sino también sociales y económicos, tanto a nivel local como en lo nacional.

Impactos a nivel local

Las plantaciones normalmente sustituyen a cultivos, pasturas o bosques, tanto primarios como secundarios. Debido a su carácter estrictamente comercial, rara vez se instalan sobre suelos degradados, puesto que su objetivo es crecimiento rápido en ciclos cortos, que requieren cierto nivel de fertilidad y disponibilidad de agua (ver capítulo 6) (Bazett 1993). Por lo tanto, normalmente ocupan áreas que ya estaban siendo utilizadas de diversas formas por la población local.

En algunos casos, ocupan áreas escasamente pobladas, donde la propiedad de la tierra está claramente definida en lo legal y socialmente aceptada. En otras áreas, donde la densidad de población es elevada y muchas propiedades están indocumentadas, las explotaciones agrícolas de los campesinos locales pueden verse amenazadas con la cesión de esa tierra, por parte del Estado, a las empresas plantadoras. En otros casos, las plantaciones pueden usurpar tierras utilizadas tradicionalmente por la comunidad en su conjunto. En ocasiones estos predios incluyen tanto tierras como pasturas comunales, cuya desaparición puede forzar a la gente local a sobreexplotar tierras o bosques adyacentes (Lohmann 1991).

Las extensas plantaciones de rápido crecimiento afectan también a la agricultura local de manera menos directa. Pueden, por ejemplo, usurpar el agua requerida para otros cultivos o para el ganado. En el caso de Sudáfrica, la Unión de Agricultores de Natal, está preocupada "porque la forestación a gran escala está teniendo efectos perjudiciales sobre el ciclo hidrológico de muchos de los ríos de Natal y está creando dificultades a los agricultores que se encuentran agua abajo" (Fourie 1990). Tanto en Chile (Cruz & Rivera 1983), Brazil (CEPEDES/CDDH 1992), España (PSOE 1979) y muchos otros países, se han expresado preocupaciones del mismo tenor.

A ello se agregan los impactos de los cambios en la biodiversidad local, donde especies que en los ecosistemas naturales estaban en equilibrio, pueden rápidamente transformarse económicamente en plagas a partir de las modificaciones introducidas por las grandes plantaciones monoespecíficas. Tales plagas, que incluyen tanto mamíferos, aves e insectos como hongos y virus, pueden afectar tanto a la plantación como a los cultivos agrícolas adyacentes e incluso a la ganadería. En Uruguay, por ejemplo, las plantaciones han beneficiado el desarrollo de las poblaciones de cotorras (Myiopsitta monachus), zorros (Pseudolopex gimnocerus) y jabalíes (Sus scrofa, especie introducida), todos los cuales pueden afectar a la agricultura, la avicultura y al ganado ovino (Panario et al. 1991, Carrere obs. pers.).

A la vez, las raíces de los árboles, en particular de los eucaliptos, suelen extenderse muchos metros de forma horizontal, compitiendo entonces por el agua y los nutrientes con los cultivos linderos. En el noreste de Tailandia, los pobladores locales dicen que el Eucalyptus camaldulensis "es egoísta" en el uso de los nutrientes. Tal es así, que en la legislación forestal de algunos países, como en Uruguay, se establece que la primera hilera de la plantación deberá estar a una cierta distancia del predio lindero (Carrere 1993). A ello se agrega la sombra proyectada por los árboles, que hace que los cultivos linderos reciban menos luz y por ende tengan un crecimiento menor. Todos estos impactos son particularmente graves en áreas densamente pobladas, donde una reducción en la producción, por pequeña que sea, puede tener efectos catastróficos, tanto porque pone en peligro la supervivencia, como porque genera subas en el precio de los alimentos.

La ocupación y sustitución de bosques por plantaciones puede también dar lugar a problemas sociales, económicos y culturales graves. Los bosques a menudo aseguran a las comunidades locales el abastecimiento de agua y abono para los cultivos, forraje para el ganado, así como verduras, caza, miel, fruta, hongos, fibras, leña, madera para construcción y medicinas, a la vez que en muchos casos constituyen una fuente de valores espirituales. Su desaparición trae aparejados impactos importantes en materia de alimentación, salud, vivienda e ingresos.

En los casos en que sus tierras o bosques han sido directamente amenazados por las plantaciones, las poblaciones locales han reaccionado de diversas formas. En Tailandia, por ejemplo, los campesinos han presentado peticiones a los responsables gubernamentales, han publicitado sus quejas a través de la prensa, organizaron movilizaciones ante las oficinas públicas, bloquearon carreteras, cortaron árboles en las plantaciones e incluso prendieron fuego a viveros enteros (ver capítulo 12). La represión no se ha hecho esperar y los campesinos han recibido amenazas de muerte, sus casas fueron incendiadas y muchos de ellos han sido arrestados y sometidos a la justicia bajo falsos cargos.

Las plantaciones a menudo generan también conflictos al interior de las sociedades locales, entre quienes se oponen y quienes las apoyan o, utilizando la retórica de muchas autoridades centrales, entre "el atraso" y "el progreso". La construcción de las plantas de pulpa asociadas, implica a su vez la llegada de miles de migrantes en busca de trabajo. El enorme poder económico detentado por las grandes empresas plantadoras y productoras de pulpa, tiende a su vez a distorsionar la política local. A medida que regiones enteras pasan a ser casi enteramente dependientes de esta industria, tanto los gobiernos locales como los regionales se ven forzados a adaptar sus políticas a las necesidades de estas empresas (ver capítulo 7).

En algunos contextos sociales, las plantaciones industriales a gran escala pueden generar nuevos puestos de trabajo a nivel local y este es uno de los principales argumentos esgrimidos, tanto por el Estado como por las empresas, para intentar convencer a las comunidades locales a aceptar estos proyectos. Sin embargo, "a menudo el desarrollo de las plantaciones resulta en una pérdida neta de empleo a largo plazo" (Morrison & Bass 1992). Aunque las cifras varían ampliamente de un lugar a otro y de una fuente a otra, en general parece haber acuerdo en cuanto a que las plantaciones industriales no dan empleo a tanta gente como la agricultura convencional y en particular la agricultura familiar. Los casos en los que las plantaciones a gran escala han generado más empleo que el que ya existía a nivel local, como en el caso de Uruguay (donde sustituyen a la ganadería extensiva), pueden ser contados con los dedos de una mano.

Los empleos generados son además fundamentalmente de carácter zafral y en particular durante la etapa de plantación. Son pocos los sitios en los que, dadas las condiciones climáticas, se pueda plantar durante los 12 meses del año. Por otra parte, las condiciones de trabajo, salvo excepciones, suelen ser entre malas y pésimas.

Los impactos a nivel nacional

Los impactos sociales de estas plantaciones a nivel local, pueden dar lugar, cuando se agregan unos a otros, a problemas a nivel nacional. Por ejemplo, el desplazamiento de miles de personas (impuesto o voluntario, directo o indirecto) a consecuencia de los grandes proyectos de plantaciones, puede dar lugar al crecimiento explosivo de los barrios marginales en las grandes ciudades del Sur, aumentando la pobreza, la criminalidad y la prostitución o puede derivar en disputas por la tierra con otras comunidades. En los casos más extremos, tales situaciones pueden provocar enfrentamientos violentos interétnicos, como ha ocurrido en Sudáfrica (Albertyn 1994).

El modelo de desarrollo agroexportador, sobre el que usualmente se basan las plantaciones a gran escala en el Sur, puede también crear problemas a nivel nacional. Un problema es la concentración de la riqueza. Estas plantaciones industriales, que ocupan extensas áreas de tierras fértiles, requieren del apoyo estatal y de grandes inversiones a largo plazo, cuyos montos por hectárea varían entre 600 y varios miles de dólares. En la mayoría de los casos, requieren apoyo en materia de subsidios, exoneraciones impositivas, líneas de crédito blando, investigación forestal, construcción de rutas, instalaciones portuarias mejoradas y otros subsidios que son extraídos del conjunto de los habitantes del país. En algunos casos, la población nacional deberá respaldar la construcción de modernas y muy costosas plantas de fabricación de pulpa para papel. Si bien el costo de estas grandes inversiones es compartido por todos los ciudadanos, son muy pocos los que obtienen los beneficios.

Por ejemplo en Chile, uno de los casos más "exitosos" en materia de plantaciones a gran escala, luego de diez años de subsidios estatales, la situación en 1985 se sintetiza en que:

"sólo tres empresas chilenas dan cuenta del 70% de los subsidios, del área plantada y de las exportaciones de madera, lo que resulta ser una distribución muy desigual de los costos y beneficios de las plantaciones" (CODEFF 1991, citado por Sargent & Bass 1992).

La concentración de la riqueza conlleva la concentración del poder y el despojo de las comunidades locales. En Tailandia, por ejemplo, las plantaciones industriales han sido "una herramienta excepcionalmente eficiente para posibilitar que ciertos sectores vinculados a la economía mundial se apropiaran de áreas supuestamente ‘marginales’, que allí destruyeran lo que restaba de un estilo local de sustento y conservación de la naturaleza basado en actividades no económicas o semieconómicas y que convirtieran los fragmentos en ‘recursos’ para el intercambio global. A medida que la tierra es concentrada y transformada en un sustrato para eucaliptos, los pobladores locales pierden sus raíces y se ven obligados a buscar nichos como productores, consumidores, recicladores o mercancías en la economía mundial" (Lohmann 1991).

Un problema adicional es el riesgo de que el país pase a ser dependiente de una materia prima sujeta periódicamente a grandes oscilaciones de precios (ver capítulo 2). La plantación indiscriminada de árboles para pulpa, como la de cualquier otro cultivo, puede llevar a una sobreoferta de materia prima que, por muy útil que resulte para los fabricantes y consumidores de papel, puede hacer que su cultivo se vuelva progresivamente menos rentable. En realidad, los cultivos forestales ya no son rentables, puesto que si lo fueran no necesitarían de todos los subsidios que reciben del Estado. Pero si a esta situación se agrega la incorporación de millones de hectáreas de nuevas plantaciones en los próximos años, es muy probable que los precios comiencen a descender, incorporándose así la madera a tantas otras de las materias primas del Tercer Mundo que han visto disminuir sus precios a niveles persistentemente antieconómicos (Instituto del Tercer Mundo 1989). Sin embargo, los países del Sur que se han comprometido con la exportación de madera para pulpa y con otros productos de exportación, probablemente tendrán que continuar exportando a precios cada vez más bajos y compitiendo entre sí para colocar su producción en los países industrializados.

En realidad, la situación es aún más grave en el caso de la madera para pulpa que con los cultivos anuales, dado que no sólo resulta mucho más caro cortar prematuramente árboles que levantar un cultivo aún no maduro, sino que además resulta mucho más difícil reconvertir la tierra a la agricultura luego que en ella se plantaron árboles y en particular eucaliptos. Por otra parte, las plantaciones de árboles en cuestión pueden haber estado ocupando la tierra durante varios años, lo que hace que las pérdidas financieras resulten aún más elevadas. En el futuro, un paisaje de "cementerios de árboles", constituidos por masas de plantaciones industriales no cosechadas, puede ser una posibilidad muy real en algunas localizaciones (Pérez Arrarte 1995).

Por supuesto que la pulpa, constituida en una materia prima que está desplazando a la madera para pulpa como producto de exportación, enfrenta riesgos similares. En este caso, las caídas de precios pueden resultar particularmente graves para enormes exportadores tales como Brasil e Indonesia, que han debido invertir las mismas enormes sumas en equipamiento para la producción de pulpa que sus competidores del Norte, pero que poseen menos capital para amortiguar las pérdidas potenciales cuando el mercado sufre caídas. Resulta por lo tanto poco probable que la producción de pulpa, al igual que las plantaciones industriales a gran escala a las que está asociada, vayan a beneficiar a la mayoría de la población de los países donde se instalan o que hagan disminuir su vulnerabilidad frente a la dominación económica del Norte industrializado.

Conclusiones

Resulta indudable que las plantaciones industriales a gran escala benefician a la industria internacional de la pulpa y el papel, a través de un abastecimiento seguro y estable de materia prima. También posibilitan que los grandes conglomerados que las plantan logren periódicamente ganancias muy elevadas. Sin embargo, no están diseñadas para beneficiar a los países del Sur, ni a su gente o a su ambiente. Aunque normalmente destruyen más empleos que los que generan (ver capítulos 7 y 8), dependen sin embargo de subsidios extraídos de amplios sectores de la población para generar sus ganancias. No ayudan a la conservacion de tierras, bosques, pasturas o recursos hídricos, sino que explotan implacablemente las ventajas naturales locales.

Ni los países del Sur, ni sus comunidades locales deben por tanto abrigar la esperanza de beneficiarse por la presencia de grandes empresas propietarias de plantaciones o de plantas de pulpa que producen para la exportación. Por el contrario, deben estar en guardia contra el daño que estas empresas pueden causar. Si bien las raíces de los árboles de las plantaciones pueden estar dentro del territorio nacional, es muy poco probable que lo estén las raíces de tales empresas.

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