El bosque natural uruguayo:
utilización tradicional y usos alternativos.

Ricardo Carrere

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INTRODUCCION

El bosque natural uruguayo ocupa aproximadamente el 3% del territorio nacional, ubicándose principalmente a lo largo de los cursos de agua y en zonas serranas del país. El mismo cumple una serie importante de funciones, que básicamente se pueden agrupar en: 1) producción de bienes (leña, carbón, postes, etc.) y 2) provisión de servicios (protección de suelos, cuencas hídricas, fauna, etc.).

Sin embargo, el uso tradicional al que ha sido sometido, de tipo extractivo, ha determinado una serie de impactos negativos, que se han reflejado tanto sobre el bosque en sí, como sobre otros integrantes del ecosistema así como de otros sistemas interrelacionados. Ello ha traído aparejada una disminución de su capacidad productiva y un cumplimiento menos eficiente en su provisión de servicios.

A partir de esta situación, es necesario plantearse la interrogante acerca de sí resulta conveniente continuar explotando este recurso natural, o sí, por el contrario, se lo debe preservar a fin de que pueda cumplir más cabalmente con sus funciones de proveedor de servicios.

A nuestro entender, resulta evidente que no se lo puede seguir explotando a la manera tradicional, pero también entendemos que un país pobre como Uruguay no puede descartar sin más un recurso natural esencialmente renovable como este.

Se requiere entonces identificar usos alternativos, que posibiliten a su vez métodos de manejo adecuados, que aseguren un aprovechamiento rentable a la vez que sostenido del recurso.

Comenzaremos entonces analizando los distintos puntos de vista acerca del uso del bosque natural, la explotación tradicional y sus consecuencias ambientales, el marco legal y los usos potenciales del bosque, para intentar finalmente extraer conclusiones con respecto al aprovechamiento de este recurso natural.

LOS ENFOQUES TEORICOS

Frente al neto predominio de los métodos de explotación de tipo extractivo, a lo largo del tiempo han ido surgiendo distintas corrientes de pensamiento con respecto al destino del monte, que se pueden agrupar de la siguiente manera:

1. Conservación (aprovechamiento sostenido).

Esta posición, que implica una utilización sostenida del recurso, puede a su vez subdividirse en un enfoque histórico y uno moderno.

El enfoque histórico se remonta a los albores de nuestra nacionalidad, cuando Pérez Castellano elabora, durante el período artiguista (1813), sus "Observaciones sobre agricultura". Sus contribuciones al respecto son muy valiosas, dado que parte de una concepción que implica reconocer la importancia del recurso y de la necesidad de lograr un aprovechamiento racional y permanente del mismo.

El eje de su planteo consiste en aplicar una norma de manejo básica: permitir la corta solamente durante los meses de invierno, cuando las plantas se encuentran en reposo vegetativo, pudiéndose ampliar dicho período a lo sumo desde mediados de abril hasta mediados de agosto. Como medida complementaria, aconseja ralear las cepas el invierno siguiente al corte, dejando sólo los rebrotes más rectos y mejor distribuidos. Para llevar a la práctica estas normas de manejo, aconseja tres medidas:

a) Prohibición legal de toda explotación fuera de los meses antedichos.

b) Control efectivo del cumplimiento de dicha prohibición.

c) Participación popular en el control a traves de la concientización de todos los sectores involucrados (cabildo abierto).

El enfoque conservacionista moderno no difiere sustancialmente del histórico, sino que pretende aplicar normas silviculturales científicas para lograr un aprovechamiento racional y sostenido del recurso, asegurando así su carácter de renovable. Porcile (1985) plantea la necesidad de encarar la defensa y conservación del monte, entendiendo defensa como "sinónimo de protección din mica, enfrentando y deteniendo la amenaza representada por las prácticas de sobreexplotación severa e instrumentando las acciones que conduzcan a mantener su integridad como recurso". El concepto de conservación, complementario del anterior, es definido en el sentido de "mantener su calidad de renovable velando por su permanencia en el espacio y tiempo como unidad viviente y productiva".

2. Modificación (incorporación de especies exóticas).

Aquí se parte de la base de que la capacidad productiva de nuestros bosques puede ser incrementada con la incorporación de especies exóticas. Dicha posición fue planteada por Quinteros (1934) de la siguiente manera: "...tenemos que plantar, formar grandes bosques, mezclados con nuestros bosques indígenas para que la selva nacional sea completa y forme una riqueza forestal indiscutible. Los bosques nativos son bosques de superficie, tenemos pues, que darles altura con los árboles exóticos para sacar el mayor producto de sus suelos insustituibles". Rubbo (1943), también plantea la necesidad de introducir especies exóticas al bosque indígena: "El fin de la silvicultura es la obtención de la madera, madera de calidad y en cantidad; con nuestros montes, nunca obtendremos ninguna de las dos cosas. Por eso, se hace imprescindible, formar bosques con esencias exóticas, sin quitarle a nuestros bosques su característica natural, que es la de monte bajo, de superficie, o de soto bosque".

Este planteo fue llevado a la práctica en numerosos casos por el Servicio Forestal y durante gran parte de las últimas décadas fue tomado como sinónimo de mejoramiento del monte indígena.

3. Sustitución (transformación en plantación de especies exóticas)

Este planteo es una variante del anterior, difiriendo del mismo en que se persigue la sustitución total del monte natural con especies exóticas. Se parte también de la base de que los mejores sitios forestales est n ocupados por especies autóctonas de muy escaso valor, que pueden ser sustituidas con provecho por especies "finas". Un ejemplo al respecto lo constituye el Parque Forestal Joaquín Suárez del Banco de Seguros del Estado, donde en 1952 se inició este proceso de sustitución. Tavolara (1963) dice al respecto: "Consecuentes a la idea de que la tierra debe producir a corto o a largo plazo lo que ella est capacitada para dar, nos abocamos al trabajo de cambiar árboles ordinarios, prácticamente sin valor maderable, por especies finas, principalmente robles, fresnos, olmos, áceres, acacias, etc.".

4. Preservación (conservación sin aprovechamiento).

Este enfoque, que se diferencia de la conservación en cuanto a que implica el no aprovechamiento del recurso, destaca el valor consecuencia del bosque (protección de suelos, agua, fauna, etc.) y le asigna una mayor importancia que a sus funciones de producción maderera. Se considera que el monte se encuentra degradado a consecuencia del mal manejo a que ha sido sometido y por consiguiente se plantea la necesidad de preservarlo, a fin de que pueda cumplir más eficientemente con sus funciones de protección. Pou (1983) expresa que "Es necesario destacar la necesidad de proteger el bosque indígena, y por tanto, no tener en cuenta su existencia, a los efectos de proyectar el abastecimiento del mercado consumidor". La Comisión Forestal de la Asociación de Ingenieros Agrónomos (1986) recomienda la elaboración de normas que impidan su tala indiscriminada y plantea "que únicamente se le debería considerar como proveedor de leña y postes para uso exclusivo del establecimiento en el que se encuentran".

Comentario:

Si bien todos estos enfoques teóricos persiguen lograr un uso racional, ya sea del monte en sí o del suelo ocupado por el mismo, opinamos que el primero (aprovechamiento sostenido) es el que mejor se adecúa a las necesidades del país por las siguientes razones:

1) El monte natural es un recurso renovable, que puede ser aprovechado, asegurándose su uso sostenido en el tiempo.

2) Estas formaciones vegetales tienen un gran valor como proveedoras de servicios de consecuencia (conservación de cuencas hídricas, suelos, fauna, etc.) y en general son más eficientes en ese sentido que las plantaciones artificiales de especies exóticas.

3) El rendimiento económico de estos monetes puede ser mejorado a través de una diversificación en su aprovechamiento (maderas, productos medicinales, químicos, uso silvo-pastoril, turismo, etc.) y mediante un manejo adecuado que incluya también la plantación de algunas especies indígenas de gran valor maderero.

4) Aún no se han evaluado las consecuencias ecológicas que puede acarrear la implantación (y en particular la regeneración) de especies exóticas en el monte nativo, habiéndose mostrado algunas de ellas como sumamente invasoras (fresno, arce, paraíso, espina de Cristo, etc.).

II. USO Y MÉTODOS DE EXPLOTACION TRADICIONALES

1. Uso tradicional.

Las características de los bosques naturales han determinado un tipo de aprovechamiento de sus maderas, orientado fundamentalmente hacia su utilización energética y en menor grado hacia otros usos, predominantemente vinculados a la producción agropecuaria. En efecto, la gran heterogeneidad en materia de especies, las características de la mayoría de los fustes (bajos, finos, tortuosos, ramosos) y la escasa proporción de árboles de grandes dimensiones, determinaron, desde el inicio de la colonización del territorio, que el uso energético predominara sobre los demás.

1.1 Leña y Carbón.

La casi totalidad de las especies que componen el monte natural resultan sumamente aptas como combustible, tanto en forma directa, como luego de su transformación en carbón.

En lo referente a leña, se distinguen dos tipos de madera según el color de su leño:

1) de monte negro (coronilla, espinillo, algarrobo, ñandubay, etc.), con un poder calorífico de 4.500-4.600 kcal/kg.

2) de monte blanco (blanquillo, tala, arrayán, chal chal, sombra de toro, etc.), con un poder calorífico algo inferior al anterior.

Cualquiera de los dos tipos de leña han tenido y tienen gran aceptación por la forma lenta en que se consumen y por su buen poder calorífico, que hacen que sea preferida a la de eucalipto para algunos usos (cocción de alimentos, calefacción de hogares). Sin embargo, esta última especie ha sustituido a la leña de monte como fuente energética para calderas industriales, hornos de cal y de ladrillos, panaderías, etc.

En cuanto al carbón, su consumo tuvo gran importancia en el pasado, aunque en el momento actual su utilización es mínima. A partir de la madera de monte es posible obtener tres tipos de carbón: "fuerte" (de monte negro), "flojo" (de monte blanco) y "mezcla" (ambos tipos de madera). Se trata de carbones de buena calidad (poder calorífico: 6500-7300 kcal/kg.), pero la metodología tradicional (horno abierto) sólo permite un rendimiento de un 15-20% de carbón sobre la leña oreada. Pese a existir una tecnología más apropiada (hornos de mampostería), su uso aún no se ha generalizado.

La leña y el carbón de montes naturales han constituido siempre una importante fuente energética del país. En el pasado, sus destinos principales fueron la cocción de alimentos, calefacción de hogares, fabricación de cal y hornos de ladrillos, a los que luego se agregaron (particularmente durante las dos guerras mundiales) el transporte ferroviario y automotriz (gasógenos).

Durante las últimas décadas, su uso se ha restringido a la cocción de alimentos (en hogares y restaurantes), a la calefacción de hogares y a la fabricación de ladrillos, tal como se puede observar en el cuadro siguiente:

CUADRO No. 1 CONSUMO DE LEÑA DE MONTE NATURAL POR SECTOR, 1988.
(en tons. equivalentes de poder calorífico 2700 kcal/kg).

SECTOR TONS. %
Residencial rural 159.217 36,5
Residencial urbano/interior 106.732 24,5
Residencial Montevideo 139.288 31,9
Comercial interior 3.062 0,7
Comercial Montevideo 2.616 0,6
Hornos ladrillo y carbón 25.351 5,8
TOTAL 436.266 100.0

Fuente: Elaboración propia en base a Dirección Nacional de Energía.

Este consumo constituye el 25% del consumo total de leña del país (1:734.000 tons), que a su vez representa el 29% del consumo energético total (petróleo 53%, leña 29% y electricidad 16%).

Sin embargo, el aprovechamiento de montes naturales para leña seguramente va a comenzar a disminuir a partir del presente año, debido al decreto de enero de 1990, que reglamenta las disposiciones de la ley forestal concernientes a la prohibición de corta del monte natural.

De cualquier manera, se mantendr estable el consumo residencial rural (expresamente autorizado por la ley) y un volumen probablemente importante, pero decreciente, proveniente de un comercio ilícito, particularmente en ciudades y pueblos del interior, donde el 77% de los hogares consumen leña para calefacción y cocción de los alimentos. La importancia de este comercio ilícito depender , por un lado, de la efectiva fiscalización del transporte y comercialización de leña y por otro lado, de la capacidad de los montes de eucaliptos para absorber la demanda adicional de leña sin que se produzca un incremento importante en los precios de venta.

1.2 Otros usos tradicionales.

La madera de monte indígena ha tenido múltiples usos: construcción, carpintería, parquet, cabos de herramientas, implementos agrícolas, medios de transporte, cestería, etc. No obstante, su aprovechamiento no energético ha estado vinculado predominantemente a los establecimientos agropecuarios, a los que ha abastecido de postes, piques, madera para corrales, construcciones, etc.

1.3 Sustitución.

En muchos casos, se ha considerado más importante el uso del suelo ocupado por el monte que el monte mismo, por lo que se lo ha eliminado, ya sea para destinar la tierra a la agricultura, la ganadería o la forestación artificial.

2. Métodos de explotación tradicionales.

El manejo adecuado de los montes naturales es un tema aún no resuelto. En medios técnicos, sólo existen algunos planteos teóricos generales, primando la opinión contraria a la corta del monte a matarrasa. En general, se sostiene la necesidad de extraer la producción anual del mismo, manteniendo la cubierta vegetal y cuidando al mismo tiempo la conservación de la totalidad de las especies presentes. Sin embargo, dichas ideas no han sido sistematizadas ni documentadas y sólo estamos en conocimiento de la existencia de un planteo teórico general (Cabris, 1989) y de algunas normas sencillas de posible aplicación práctica (Carrere, 1986).

Por consiguiente, sólo han tenido aplicación práctica los métodos de explotación tradicionales, que se pueden agrupar en extractivos y racionales.

2.1 Métodos extractivos.

La forma predominante de explotación de nuestros montes ha sido de tipo extractivo, sin aplicar ninguna racionalidad en cuanto a la utilización sostenida del recurso. El volumen extraído y la superficie cortada no se han basado en normas silviculturales, sino exclusivamente en los precios y volúmenes demandados o en las necesidades de leña y maderas de los establecimientos o de la población rural.

Los métodos predominantes han sido fundamentalmente dos: la tala total o parcial del monte a matarrasa (el corte de la totalidad de los árboles y arbustos existentes) o la tala selectiva de los mejores ejemplares o de las especies más apreciadas para los distintos fines.

A su vez, no se han establecido turnos de explotación y por ende los montes han sido sobreexplotados o subexplotados. Tampoco se ha manejado el monte después de su corta (raleos de cepas, raleos), ni se ha impedido el ingreso del ganado a la zona cortada.

2.2 Métodos racionales.

Estos métodos, impulsados y aplicados por los forestólogos de las décadas del 20 al 40 en bosques fiscales, constituyen una excepción dentro del panorama reinante en el país. Rubbo (1943) recomienda básicamente dos métodos:

1) Método de cortas alternas. Se cortan a matarrasa cuadros de monte, dejando entre uno y otro cuadro una franja sin cortar. Tampoco se corta la franja del monte que margina el curso de agua ni la franja externa del mismo. De esta forma, las franjas ofician de abrigo y protección contra los vientos, las crecientes, los animales, etc., conservando un ambiente forestal que favorece el desarrollo de los renuevos. Este método ha sido aplicado en forma parcial por muchos productores agropecuarios, que abren "picadas" más o menos anchas o cortan el monte "en fajas".

2) Método de cortas alternas con plantación de especies exóticas. Es similar al anterior, pero se diferencia del mismo en que en los cuadros talados se plantan especies exóticas. El monte natural rebrota y una vez cortadas las especies introducidas, el conjunto del monte pasa a régimen tallar. De acuerdo con Rubbo, éste sería el método más indicado para mejorar los montes nativos.

Estos métodos de manejo son actualmente cuestionados, fundamentalmente en base a estudios realizados en las islas del río Negro, donde fueron aplicados hasta 1945. Nebel (1989), dice que "El manejo de los montes naturales se hacía bajo determinados supuestos que se creían válidos en esa época y que hoy en día los resultados demuestran lo contrario. El sistema de talarrasa y el dejar grandes espacios libres no permitió la regeneración de los montes". Del análisis por parcelas en algunas islas, se concluye que, 45 años después de la suspensión de las cortas, el monte est recién en las primeras etapas de sucesión vegetal.

Pese a lo valioso de estos aportes, pensamos que sus conclusiones aún no pueden ser aceptadas como definitivas, puesto que se parte del supuesto de la efectiva suspensión de las cortas durante 45 años, lo cual, tratándose de islas fiscales, podría no ajustarse a la realidad.

De cualquier manera, por primera vez se estaría cuestionando en forma científica la validez de los únicos métodos de manejo silvicultural hasta ahora recomendados, lo cual vuelve más imperiosa aún la búsqueda de métodos alternativos en la materia.

3. Consecuencias ambientales de la explotación tradicional.

Existe en Uruguay un gran vacío de investigación con respecto a las consecuencias ambientales derivadas del tratamiento a que han sido sometidos los montes naturales. A falta de estudios sistemáticos al respecto, sólo es posible exponer opiniones, basadas en observaciones empíricas, que podrían constituirse en punto de partida de líneas de investigación que posibiliten conclusiones más válidas y por ende políticas y medidas concretas de conservación del recurso.

La intervención humana en los ecosistemas naturales implica necesariamente una modificación de los mismos. De las características de dicha intervención depender la permanencia o desaparición, la sustentabilidad o deterioro del recurso. En el caso del monte natural, no se trata sólo del recurso en sí, sino además de toda una serie de funciones que cumple con respecto a elementos integrantes del ecosistema (fauna, suelo) y a otros ecosistemas (conservación de cuencas hídricas, suelo, etc.).

Visto de esta forma, entendemos que el uso de los montes naturales ha acarreado tanto consecuencias negativas como positivas, primando las primeras sobre las segundas.

3.1 Impactos negativos.

Las distintas formas de intervención (matarrasa, tala selectiva, sustitución), la intensidad de la misma y la interacción de otros elementos (ganado, hormiga) han determinado distintos grados de impacto sobre el monte, el ecosistema y otros ecosistemas vinculados al monte.

3.1.1 Impactos sobre el monte.

Aquí se constatan dos tipos de deterioro:

1) Deterioro cuantitativo. El principal impacto negativo ha sido evidentemente la desaparición deliberada o involuntaria, de reas cubiertas de bosques. De acuerdo con nuestras estimaciones (Carrere, 1990), podrían haber desaparecido unas 400.000 hectáreas en el presente siglo. A ello se agregaría un empobrecimiento cuantitativo del monte en cuanto a diámetros y alturas, rendimientos, número de árboles por hectárea y número de especies presentes.

2) Deterioro cualitativo. En este sentido se puede destacar que un elevado porcentaje de los bosques han pasado de régimen fustal (provenientes de semilla) a tallar (rebrotes de cepa). Por otro lado, habría un cambio de composición en cuanto a especies, pasando a predominar las especies más rústicas y/o de más r pido crecimiento en detrimento de otras más delicadas o lentas. En algunos casos el cambio de composición ha sido casi total (espinillar), en otros el monte presenta un número de especies inferior al original, en algunos predominan las especies menos valiosas para leña (canelón, curupí, ceibo, etc.) y en otros han desaparecido las especies de maderas más valiosas (lapacho, timbó, laurel, etc.). Dentro del deterioro cualitativo podría plantearse, al menos como hipótesis plausible, el deterioro genético del monte. La práctica de corta selectiva para usos no energéticos (madera, postes, varejones, piques, etc.) implica la corta de los ejemplares mejor conformados, por lo que la intervención humana estaría actuando en forma selectiva-regresiva, dejando en pie los árboles de genotipo indeseable, que a su vez estarían asegurando la regeneración del monte con su descendencia.

3.1.2 Impactos sobre el ecosistema.

Dado que el monte forma parte de uno o varios ecosistemas, toda acción sobre el mismo influye sobre el conjunto del ecosistema. Los principales elementos físico-biológicos presentes en el monte son: suelo, agua (superficial y subterránea), flora y fauna. Al desaparecer total o parcialmente la cubierta forestal por la intervención humana, se produce una ruptura del equilibrio biológico, que afecta a los restantes integrantes del ecosistema e incluso al microclima resultante de la masa boscosa.

Entre otros posibles efectos se pueden mencionar los siguientes:

- mayor erosión, desbarrancamiento de las márgenes de los cursos de agua, cambios de curso, colmataje;
- crecientes y bajantes más pronunciadas por mayor escurrimiento superficial y menor drenaje de agua hacia las napas subterráneas;
- mayores extremos térmicos, que afectan a los organismos vivos, particularmente a las especies vegetales sensibles a las heladas o al exceso de insolación;
- sustitución de especies de sotobosque por especies de pradera o pajonales;
- menor alimento y abrigo para la fauna terrestre y acuática;
- desequilibrios en la flora y fauna microbianas.

3.2 Impactos positivos.

El monte natural no intervenido es más alto, menos enmarañado y menos denso que el bosque tallar resultante de su corta. Es por ello que, en los casos en que el bosque se ha regenerado normalmente después de un corte, puede cumplir más eficientemente con algunas de sus funciones dentro del ecosistema. El bosque enmarañado ofrece un mejor refugio para la fauna, cuyos peores enemigos (el hombre acompañado del perro) encuentran mayores dificultades para sus actividades de caza. Por otro lado, también podría cumplir más cabalmente con sus funciones de regulación y protección de cuencas hídricas, por la mayor espesura y menor altura de su masa. Finalmente, cabe destacar el papel positivo que juega en muchos casos la corta en el rejuvenecimiento del bosque, aunque por supuesto sería mucho más positivo un manejo adecuado del monte para lograr el mismo fin.

III. MARCO LEGAL

1. Antecedentes.

La colonización del territorio americano tuvo como marco legal a las "Leyes de Indias", que contenían disposiciones con respecto a la propiedad y uso de los montes naturales. Los mismos eran de propiedad comunal y su corte estaba reglamentado, requiriéndose licencia expresa para cortarlos. Recién durante la segunda mitad del siglo pasado pasaron al dominio privado, asignándoselos al predio donde estuviesen implantados.

Desde ese entonces hasta 1986, los montes no estuvieron sujetos a ningún tipo de reglamentación con respecto a su uso, el que quedó a criterio de cada propietario individual.

En 1986 y al amparo de la ley forestal de 1968, se reglamenta la corta de 15 especies cuya preservación es declarada de interés nacional (seis especies de laurel, corondá, ingá, sota caballo, guayubira, angico, ibirapitá, viraró, viraró crespo y lapacho). Sin embargo este decreto (salvo algunos casos puntuales), no tuvo trascendencia práctica alguna.

2. La ley forestal.

La nueva ley forestal, sancionada en diciembre de 1987 (Ley No. 15.939), se constituye en el instrumento legal más importante con respecto al monte natural, estableciendo la prohibición de corta del mismo.

2.1 El artículo 24.

Este artículo establece:

"Prohíbese la corta y cualquier operación que atente contra la supervivencia del monte indígena, con excepción de los siguientes casos:

A) cuando el producto de la explotación se destine al uso doméstico y alambrado del establecimiento rural al que pertenece.

B) Cuando medie autorización de la Dirección Forestal basada en un informe técnico donde se detallen tanto las causas que justifiquen la corta como los planes de explotación a efectuarse en cada caso".

2.2 El decreto 452/88.

Este decreto contiene disposiciones aclaratorias con respecto al artículo 24.

1) Con respecto al literal A de dicho artículo dice que "se considerar que el producto de la explotación se destina al uso doméstico, cuando se le utilice para la generación de calor, cocción de alimentos y construcciones rústicas en el establecimiento".

2) En lo referente al literal B, se aclara que: "en las tierras con capacidad de uso agrícola correspondientes a planicies altas no susceptibles de inundación y en los terrenos ondulados, la Dirección Forestal autorizar la corta y cualquier otra operación sobre el monte indígena en los casos en que éste limite su mejor aprovechamiento". Esta disposición se refiere al monte de parque (espinillar y algarrobal), ubicado muchas veces sobre muy buenos suelos agrícolas, que por consiguiente no estaría protegido por la ley forestal.

2.3 El decreto de enero de 1990.

Este decreto apunta al control efectivo de las disposiciones de la ley forestal en materia de venta y transporte de productos forestales del monte indígena. En lo fundamental el mismo establece:

1) Que la corta y extracción de productos forestales del monte indígena prevista en el literal B del artículo 24 deber contar con autorización previa de la Dirección Forestal.

2) Que para obtener dicha autorización se requerirá la presentación de un informe técnico.

3) Que el transporte de más de 2.000 kgs. de leña de monte indígena deber ir acompañado de la correspondiente guía de tránsito, expedida por la Dirección Forestal.

4) Que los tenedores de más de 2.000 kgs. de leña de monte deber n justificar su origen mediante la vía original de la respectiva guía de tránsito.

5) Que el contralor estará a cargo de funcionarios policiales y de la Dirección Forestal.

6) Que se decomisará y multará a los infractores.

2.4 Las exoneraciones impositivas.

El artículo 39 de la Ley Forestal (reglamentado por el decreto 452/988), establece que los bosques naturales declarados protectores gozarán de los siguientes beneficios:

1) Estarán exentos de todo tributo nacional sobre la propiedad inmueble rural y de la contribución inmobiliaria.

2) Su valor o extensión no se computará para el pago del IMAGRO, IRA e impuesto al patrimonio.

De acuerdo con el alcance otorgado al término "bosque protector", la inmensa mayoría de los montes naturales gozarían de dichos beneficios fiscales una vez cumplido el trámite de su calificación como tales ante la Dirección Forestal.

Esta disposición no es novedosa, sino que ya estaba contenida en la anterior ley forestal, habiéndose amparado numerosos propietarios de montes a sus disposiciones.

3. Comentarios.

La legislación restrictiva en cuanto a la explotación de montes naturales se origina fundamentalmente a partir de:

1) Una preocupación ambientalista proveniente de un sector reducido pero influyente de técnicos y ONGs que buscan defender al monte natural, a la fauna que éste protege y alimenta y a proteger las cuencas hídricas y suelos.

De hecho, un importante número de técnicos concuerdan con la necesidad de aprovechar el monte (conservación) y no plantean su no utilización (preservación). Sin embargo, muchos consideran necesario abrir un compás de espera a fin de posibilitar la recuperación del monte y aprovechar ese tiempo para avanzar en materia de investigación, lo cual posibilitaría un futuro uso adecuado del recurso. Es decir, que al problema del deterioro de un área importante de bosques (no de su totalidad, ya que aún quedan bosques prácticamente vírgenes), se suma un vacío en materia de métodos de manejo adecuados. En consecuencia, en caso de producirse avances en esta área, podrían volverse a explotar los montes, recurriendo para ello al literal B del artículo 24.

2) Un interés por parte de las empresas forestadoras, que estiman que la disminución de la oferta de leña de monte volver más atractiva y lucrativa la forestación artificial. En efecto, de acuerdo con las últimas cifras de la Dirección Nacional de Energía (1988), el monte natural participa en un 25% del consumo total de leña del país. Dado que el consumo residencial rural de leña de monte no sufrir modificaciones (al estar expresamente autorizado), el porcentaje de leña de monte que se retirará del mercado asciende a un 16%. Este consumo deber ser suplido con leña de especies exóticas (principalmente eucalipto), lo que impulsaría el precio de estos al alza con la consiguiente ganancia para los propietarios de plantaciones forestales.

3) Un cierto desinterés sobre el tema por parte de la mayoría de los productores agropecuarios propietarios de montes naturales, muchos de los cuales ya tenían sus bosques calificados como protectores, por lo que gozan de los beneficios fiscales mencionados anteriormente. Por otro lado el monte natural constituye para ellos un recurso marginal, cuya no explotación implica una merma no significativa en sus ingresos totales.

En cuanto a las probables consecuencias de la legislación vigente, es posible mencionar las siguientes:

1) Recuperación o inicio de recuperación de los montes más deteriorados.

2) Mejoramiento en calidad y cantidad de los montes moderadamente intervenidos.

3) Desaprovechamiento importante del incremento anual.

4) Posible retroceso del monte de parque, sustituyéndoselo por cultivos agrícolas.

5) Incremento del consumo de especies exóticas, particularmente eucaliptos.

6) Problemas en materia de fuentes de trabajo de los monteadores que trabajan estos montes, quienes quedar n cesantes o deber n modificar sus actuales condiciones de vida y trabajo y en muchos casos su lugar de residencia.

7) Probable desarrollo de un mercado ilícito de explotación y comercialización de leña de monte.

Es decir, que a las probables consecuencias positivas derivadas del marco legal vigente se suman aspectos negativos con respecto al monte (desaprovechamiento, retroceso del monte de parque) y a la gente que depende de él (monteadores).

En nuestra opinión, el monte natural es un recurso natural renovable que puede y debe ser aprovechado en beneficio del país y su gente. En consecuencia, podemos coincidir con la actual legislación sólo en la medida en que se constituya en una etapa de transición entre la explotación extractiva y el aprovechamiento conservacionista. Para que ello ocurra, ser necesario lograr avances significativos en materia de manejo adecuado del bosque, para lo cual resulta a su vez prioritario definir el o los destinos posibles de los diferentes bienes y servicios provistos por el monte y elaborar modelos de utilización del recurso. A partir de allí deber n ensayarse métodos de manejo para los modelos respectivos, tarea que deber estar dirigida por los organismos especializados del estado, pero apoyando al mismo tiempo las iniciativas privadas en este sentido.

Los modelos de utilización y los métodos de manejo correspondientes a cada uno podrán ser aplicados entonces a nivel nacional, lográndose así un aprovechamiento sostenido del recurso.

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Serie "Investigaciones" Nº 79 de CIEDUR Diciembre de 1990.

 


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