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Campaña Plantaciones

El papel del Sur. 
Plantaciones forestales en la estrategia papelera internacional

Ricardo Carrere y Larry Lohmann

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Capítulo 1

Introducción

Para millones de personas de todo el mundo, la industria de la pulpa y el papel constituye hoy un creciente problema. La tala de bosques nativos, para la provisión de materia prima para esa industria, está siendo duramente enfrentada por pobladores locales y ambientalistas desde Australia hasta Finlandia y desde Chile a Canadá (WALHI & YLBHI 1992, Hamilton 1995, PRS 1994, MacIsaac & Champagne 1994, WCWC 1994, Olsson 1995). No menos amplias son las protestas derivadas de la contaminación provocada por las gigantescas plantas de pulpa, que agotan el oxígeno del agua, arruinando pesquerías y fuentes de agua potable e incrementan la carga de compuestos orgánicos clorados altamente tóxicos en los cuerpos de animales y personas (BP 12.7.1995, EBY 13.3, Greenpeace International 1994).

Este libro está enfocado hacia una tercera actividad de la industria de la pulpa y el papel, que a menudo recibe menos publicidad y que, a primera vista podría parecer mucho más benigna: la plantación de árboles. Con el objetivo de alimentar a las plantas de pulpa y papel, se están implantando vastos monocultivos de coníferas, eucaliptos, acacias y otras especies, tanto en el Norte como, crecientemente, en el Sur, donde el rápido crecimiento de los árboles, el bajo precio de la tierra y la mano de obra, sumados a los abundantes subsidios, se combinan para que la madera resulte especialmente barata. A medida que los bosques, praderas y suelos agrícolas son invadidos por plantaciones de especies exóticas, los resultados se traducen, país tras país, en empobrecimiento, degradación ambiental y conflictos en el medio rural.

Al documentar la historia, a menudo escondida, de las plantaciones industriales para pulpa en el Sur, así como los factores que las impulsan, este libro aspira a contribuir a nuevas formas de pensamiento sobre una de las más importantes industrias a escala mundial, en el momento en el que experimenta un rápido proceso de globalización.

Plantaciones comerciales y bosques

Las plantaciones, al igual que los bosques, están compuestas por árboles, pero ambas son radicalmente diferentes. Un bosque es un sistema complejo, que se autoregenera y que incluye suelo, agua, microclima, energía y una amplia variedad de plantas y animales en mutua relación. Una plantación comercial, por el contrario, es un área cultivada, cuyas especies y estructura han sido dramáticamente simplificadas para producir sólo unos pocos productos, ya sea madera, leña, resina, aceite o frutas. A diferencia de los bosques, en una plantación los árboles tienden a pertenecer a una reducida variedad de especies y edades y requieren de una constante y amplia intervención humana.

La distinción entre bosque y plantación no siempre es tan clara. Un "bosque nativo", del que se hayan eliminado las especies de escaso interés económico, puede terminar siendo tan simplificado y necesitado de la intervención humana para conservarse de esa manera como cualquier plantación. Gran parte de los "bosques" de Europa caen bajo esta categoría. Por otro lado, algunos bosques con gran diversidad, aparentemente "naturales", o bien son el resultado de plantaciones abandonadas o continúan siendo cuidadosamente "cultivados" por poblaciones locales, como es el caso en áreas habitadas por los indígenas Kayapó en Brasil (Posey 1985, 1990).

Los monocultivos industriales de los que trata este libro tienen sin embargo un estatus mucho menos ambiguo. Siendo el resultado de una transformación agresiva y profunda de un paisaje, estas plantaciones son mucho más parecidas a un cultivo agrícola industrial que a un bosque en el sentido usual del término, o a los bosquecillos o parcelas agrícolas manejados de manera tradicional. Usualmente compuestos por miles y aún millones de árboles de la misma especie, seleccionados por su rápido crecimiento, uniformidad y alto rendimiento de madera y plantados en bloques de la misma edad, requieren una preparación intensiva del suelo, fertilización, espaciamiento regular, selección genética, eliminación de plantas competidoras mediante métodos mecánicos o químicos, uso de pesticidas, raleo, cosecha mecanizada y en algunos casos poda. Tales plantaciones pueden ser implantadas en predios extensos pertenecientes a una empresa o arrendados por la misma, o consistir en la suma de un gran número de pequeñas propiedades.

Incluso muchas plantaciones "no industriales" están hoy siendo establecidas sobre la base de este mismo modelo. En algunos lugares, por ejemplo, se han plantado monocultivos a gran escala de especies de rápido crecimiento, bajo el falso supuesto de que pueden "proteger" las áreas de captación de aguas o los suelos de la misma manera en que lo hacen los bosques. Otros monocultivos a gran escala, a menudo de especies exóticas, se establecen con el objetivo declarado de proveer de leña a los pobladores locales. Plantaciones de tipo industrial también están siendo promovidas como forma de absorber las emisiones de dióxido de carbono que resultan en el calentamiento global: se plantea que las empresas o países pueden "compensar" sus grandes emisiones de CO2 en un lugar si realizan plantaciones de árboles de rápido crecimiento en otro. Este uso de los árboles con propósitos diferentes al de la cosecha de madera, igualmente puede tener importantes impactos sobre los precios de la madera para industria.

En contraste con tales plantaciones, planificadas para responder directamente a una o dos necesidades de las grandes empresas manufactureras o de otros poderosos actores centralizadores, existen intentos de plantar árboles de tal forma que sirvan una amplia variedad de intereses locales interrelacionados. Por ejemplo, en algunos sistemas agroforestales, se selecciona y planta una amplia variedad de árboles con el objetivo de proveer protección, sombra y alimento para el ganado, fruta y madera para consumo humano y protección, nutrientes y agua para los cultivos agrícolas. De esa forma, ayudan a mantener una producción diversa y en armonía con los paisajes y necesidades locales (Groome 1991, Shiva & Bandyopadhyay 1987, Shiva 1991b).

Contrastando con el modelo de plantaciones industriales del que se ocupa este libro, resulta útil señalar los esfuerzos destinados a restaurar bosques degradados, a través de la plantación de árboles de una o todas las especies originales. En este caso, el objetivo no es el de producir grandes volúmenes de madera destinados al abastecimiento de los mercados industriales, sino el de restaurar ecosistemas diversos, utilizando para ello especies nativas. Es así que la plantación de una especie de eucalipto en alguna región de Australia de donde sea originaria, con el objetivo de regenerar el ecosistema original y plantada de tal forma que reciba la aprobación de las poblaciones locales, puede ser considerada como una contribución a la reforestación. La misma especie de eucalipto, al ser plantada como un monocultivo a gran escala para la producción de madera para pulpa en la India o Uruguay, no sólo no constituye una contribución a la "reforestación", sino que es muy probable que contribuya a la degradación ambiental y a la generación de problemas sociales. La plantación de árboles, ya sea de especies nativas o exóticas, no es en si misma un proceso positivo o negativo. Resulta positivo o negativo según las estructuras geográficas o sociales dentro de las que es implantado.

El surgimiento de los monocultivos a gran escala

Históricamente, la plantación de árboles se centró en aquellas especies cuyos frutos contienen valor nutritivo (olivos, higueras, palma datilífera, frutales tropicales, manzanos, etc.). Otros árboles han sido cultivados por el valor de sus hojas y frutos como forraje para los animales domésticos, por las propiedades medicinales de algunos de sus órganos o por su valor estético o religioso. Aunque la teca y los eucaliptos comenzaron a ser plantados en Asia, Africa y América Latina en el siglo XIX, las plantaciones centradas en la producción de madera industrial constituyen un fenómeno del siglo XX, en general resultado de la previa sobreexplotación de madera de los bosques nativos. Tales plantaciones se están expandiendo ahora como nunca antes y en ningún lugar más rápidamente que en el Sur. Entre 1965 y 1980 el área ocupada por plantaciones se triplicó en los países tropicales (Evans 1991) y entre 1980 y 1990 se incrementó nuevamente entre dos y tres veces (Pandey 1992, World Bank 1994b, Evans 1992).

Si bien las plantaciones son promovidas por una amplia variedad de razones (para detener la desertificación, para abastecer a la industria del aserrío, para proporcionar leña, para diversificar la producción agrícola), los árboles más frecuentemente plantados son las especies de rápido crecimiento, aptas para la industria de la pulpa y el papel y para productos de madera de baja calidad. En 1980, se estimaba que las plantaciones tropicales estaban compuestas en más de un 70% por eucaliptos y pinos (ver Cuadro 1.1) (Evans 1991) y ese porcentaje es casi seguramente hoy mayor aún. Los pinos y eucaliptos también están muy difundidos en las regiones no tropicales de Argentina, Chile, Uruguay, China, Sudáfrica, Australia, Nueva Zelandia, el sudeste de los Estados Unidos, España y Portugal. A menudo ocurre que una sola especie sea la dominante en las plantaciones de rápido crecimiento de un país específico, como por ejemplo el Pinus radiata en Chile y Nueva Zelanda, el Eucalyptus grandis en Uruguay y Brasil y E. camaldulensis en Tailandia.

CUADRO 1.1
Especies empleadas en plantaciones en los trópicos

Género/grupo Especie Porcentaje
Eucalyptus E. grandis, camaldulensis, globulus, saligna, tereticornis, robusta, citriodora, urophylla,
deglupta, otros
38
Pino Pinus patula, caribaea, elliotti, merkusii, kesiya, oocarpa, otros 34
Teca Tectona grandis 14
Otras Acacia, Gmelina, Leucaena, Grevillea, latifoliadas Meliacea, Terminalia, Albizzia, Prosopis,
Casuarina, Cordia, Triplochiton, otras
12
Otras coníferas Araucaria cunninghami, A. angustifolia, Cupressus lusitanica, otras 3

Fuente: Evans1992

Extensión de las plantaciones

En razón del uso de diferentes metodologías y de la escasez de información, no existen estimaciones confiables de la superficie total cubierta por plantaciones forestales. El Cuadro 1.2 intenta dar una idea aproximada de la extensión de plantaciones de árboles en los países tropicales en 1990, a través de la comparación de las cifras contenidas en dos estudios serios producidos por Evans (1992) y Pandey (1992). Se incluyen estimaciones de Pandey por país, acerca de la extensión de plantaciones de especies frecuentemente utilizadas para producir madera para pulpa. Evans calcula que las plantaciones forestales en las regiones tropicales cubrían 42,7 millones de hectáreas en 1990 y Pandey las estima en 43,9 millones de hectáreas a fines del mismo año. La estimación del Banco Mundial, por su parte, llega a una cifra de 37,5 millones de hectáreas (World Bank 1994b).

La estimación de Michael D. Bazett de que las plantaciones específicamente industriales ocupan 99,3 millones de hectáreas, incluyendo tanto a las regiones tropicales como no tropicales, está contenida en el cuadro 1.3. Finalmente, el cuadro 1.4 presenta las cifras aportadas por Bazett para las plantaciones de rápido crecimiento (aquellas con crecimiento igual o superior a los 12 metros cúbicos por hectárea y por año) a fines de los 1980. De acuerdo con dos fuentes, existen actualmente más de 19 millones de hectáreas de plantaciones de pinos de rápido crecimiento y más de 6 millones de hectáreas de eucaliptos de rápido crecimiento (Bazett 1993, Wilson 1991); otra fuente plantea que las plantaciones de eucaliptos de este tipo ocupan más de 10 millones de hectáreas, mientras que la superficie ocupada por acacias suma 3,4 millones de hectáreas (Hagler 1995). Mientras que, de acuerdo con Bazett, las plantaciones de rápido crecimiento suman sólo un cuarto del total de plantaciones industriales, su importancia en el abastecimiento global de madera y en particular de madera para pulpa, es mucho mayor que su tamaño.

CUADRO 1.2
Area cubierta por plantaciones de árboles en los trópicos, 1990 miles de hectáreas, países seleccionados

PAIS EVANS PANDEY      
  Total Total euca. pino acacia
Africa          
Angola 195 72 135 20 -
Burkina Faso 46 28 7 - 2
Burundi 80 132 40 8 25
Congo 18 53 35 15 -
Etiopía 270 270 95 15 -
Ghana 76 75 14 1 -
Kenia 190 168 17 75 -
Madagascar 295 310 30 150 -
Malawi 156 180 30 75 5
Mozambique 45 40 14 23 -
Nigeria 259 216 11 - -
Ruanda 110 125 60 44 -
Senegal 145 160 40 - 18
Sudán 330 290 23 - 45
Tanzania 100 220 25 45 10
Zaire 56 60 20 2 4
Zambia 65 68 26 40 -
Zimbabwe 125 120 20 80 16
Asia y Oceanía          
Bangladesh 380 335 - - -
Fiji 85 104 - 40 -
India 14,000 18,900 4,800 40 3,000
Indonesia 3,700 8,750 - 600 75
Malasia 90 116 8 7 75
Nueva Caledonia 23 10 - 10 -
Papua N. Guinea 44 43 10 8 -
Paquistán 102 240 - - -
Filipinas 100 290 - - -
Sri Lanka 195 198 45 31 -
Tailandia 560 776 62 92 -
Vietnam 616 2,100 245 400 -
Las Américas          
Bolivia 37 40 - - -
Brasil 7,150 7,000 3,617 2,090 -
Colombia 250 180 31 88 -
Costa Rica 40 40 10 15 -
Cuba 316 350 35 160 -
Ecuador 60 64 44 13 -
México 263 155 38 62 -
Nicaragua 38 20 - 13 -
Perú 272 263 211 13 -
Venezuela 350 362 70 245 -

CUADRO 1.3
Area cubiera por plantaciones industriales (millones de hás)

Región Coníferas No-coníferas
Asia 31,6 8,2
Europa 15,7 3,3
Ex-URSS 16,9 -
Norteamérica 12,0 0,5
América Latina 3,5 2,9
Africa 1,3 1,2
Oceanía 2,1 0,1
TOTAL 83,1 16,2

Fuente: Bazett 1993

Se estima que la plantación continuará a ritmo acelerado. De acuerdo con el Banco Mundial (World Bank 1994), anualmente se planta una superficie de 10 a 12 millones de hectáreas, la mitad de las cuales son plantadas en China, aunque no está claro cuantas son las hectáreas que efectivamente sobreviven en ese país. En su octavo Plan Quinquenal, la India planificó la plantación de 17 millones de hectáreas, mientras que Brasil estableció un programa de plantaciones para llegar a los 12 millones de hectáreas para el año 2000. En Indonesia, algunos empresarios industriales esperan que para al año 2003 el país contará con 3 a 4,6 millones de hectáreas de plantaciones de corta rotación para la producción de madera para pulpa (Bazett 1993, Soetikno 1993), mientras que funcionarios gubernamentales tailandeses prevén que para el año 2020 el sector privado controlará más de 4 millones de hectáreas de plantaciones. Por otra parte, Etiopía se plantea el dudoso plan de plantar tanto como 3,5 millones de hectáreas para el 2000, Malasia 500.000 y Burundi 300.000 (Evans 1991).

Una forma de imperialismo forestal

El reducido rango de genes y especies utilizados en plantaciones industriales, así como los casi idénticos planes de desarrollo forestal que las promueven, reflejan un ya antiguo y profundamente enraizado imperialismo forestal. En términos generales, los planes para la implantación de plantaciones a gran escala no surgen en respuesta a la diversidad de necesidades locales. Por el contrario, como este libro intentará demostrar, rara vez satisfacen esas necesidades. En realidad, tales planes responden desproporcionadamente a las necesidades de una economía industrial dominada por los intereses del Norte y simultáneamente sirven a las burocracias locales.

CUADRO 1.4
Area ocupada por plantaciones de rápido crecimiento a fines de los 1980 (miles de hectáreas)

Ubicación Coníferas No coníferas Total
Sur de los EEUU 12,000* 500 12,500
Brasil 1,600 2,300** 3,900
Chile 1,140** 60 1,200
Argentina 460 180 640
Venezuela 180 20 200
México 60 20 80
Otros América Latina 80 350 430
España*** - 450 450
Portugal*** - 400 400
Sudáfrica 500** 800** 1,300
Angola 20 50 70
Congo - 40 40
Kenia 160 10 170
Zimbabwe 70 10 80
Otros Africa 55 330 880
Nueva Zelanda 1,180 20 1,200
Australia 900 60 960
Otros Oceanía 50 30 80
Indonesia **** 100 100
China - 400 400
Otros Asia - 170 170
MUNDO 18,950 6,300 25,250

*En el límite de lo considerado de rápido crecimiento, con rotaciones de 45 años, fundamentalmente para aserrío
**De muy rápido crecimiento, fundamentalmente para pulpa de papel
***En el límite de lo considerado de rápido crecimiento y orientado hacia la producción de pulpa. En la península Ibérica también hay 4 millones de hectáreas de coníferas de lento crecimiento
****Indonesia también tiene alrededor de 0,7 millones de hectáreas de coníferas de lento crecimiento

Fuente: Bazett 1993

Numerosos bosques nativos de los Estados Unidos, Japón y Europa fueron eliminados hace mucho tiempo y reemplazados por agricultura, pasturas o plantaciones (Westoby 1989). Si bien en esas tres regiones aún existe madera industrial físicamente disponible, el acceso a la misma se encuentra a menudo bloqueado por razones económicas o políticas. En el Sur, por su parte, los bosques están desapareciendo a un ritmo vertiginoso, a consecuencia de una serie de causas complejas en las que el imperialismo del Norte está profundamente implicado (Myers 1989, Colchester & Lohmann 1993, Vandermeer & Perfecto 1995). Para los intereses del Norte y sus elites aliadas del Sur, la deforestación conlleva tres tipos de amenazas: escasez de suficiente madera industrial como para satisfacer un crecimiento ilimitado del consumo per capita; pérdida de otros recursos, incluidos materiales genéticos, derivada de la deforestación tropical; y pérdida de estabilidad climática por la elevación de los niveles de dióxido de carbono.

Las plantaciones monoespecíficas a gran escala constituyen una forma de respuesta del modelo económico predominante frente a estas crisis, sin atacar sus causas de fondo. Encierran la promesa, por ejemplo, de satisfacer la demanda de madera (fundamentalmente del Norte), sin por ello plantearse el tema de como estabilizar o reducir dicha demanda. Este enfoque explica declaraciones como la de que "la brecha prevista entre demanda y oferta de madera es en muchas regiones tan gigantesca, que sólo las plantaciones pueden ser capaces de cubrirla en forma suficientemente rápida"(Sargent & Bass 1992). Tales puntos de vista son descendientes de los que prevalecieron en Inglaterra a principios del siglo XIX, cuando el agotamiento de los bosques nativos de roble dio lugar primero a la explotación de bosques de teca asiáticos y luego a las plantaciones de la misma especie en dicha región.

Los programas de plantaciones industriales también prometen, como se dice en un estudio llevado a cabo por Shell International, "contrarrestar el efecto invernadero, ya sea sirviendo como sumideros de carbono, o aliviando la presión sobre los bosques nativos y ayudando a preservarlos como depósitos de carbono" (Shell/WWF 1993). Como se muestra en el capítulo 6, esta promesa es falsa en ambos sentidos. Sin embargo, analizada superficialmente, resulta lo suficientemente verosímil como para distraer la atención de audiencias poco informadas, del más importante tema de como encontrar alternativas a un sistema cuya lógica determina una espiral sin fin, donde las emisiones cada vez mayores de carbono requieren de una búsqueda cada vez más desesperada de sumideros de carbono.

Acompañando el incremento de las plantaciones industriales (así como de bosques radicalmente simplificados), se fue desarrollando la moderna ciencia forestal, que funciona de tal manera que aporta elementos que apoyan la credibilidad de tales plantaciones. Esta ciencia, denominada silvicultura, surgió en el Norte, fundamentalmente a consecuencia del desarrollo industrial, con sus enormes necesidades de madera y materias primas agrícolas. La deforestación resultante obligó tempranamente a los países con desarrollo industrial a buscar nuevas formas de manejo y de reestablecimiento de bosques.

La nueva ciencia forestal impuso una estricta separación entre manejo forestal y agricultura y se enfocó casi exclusivamente hacia la producción de cantidades y calidades uniformes de madera. Las múltiples funciones de los bosques nativos y de las masas boscosas comunales, plenas de diversidad, fueron reconceptualizadas como "desprolijas", "desordenadas" y con predominio de "malezas". Los productos forestales no madereros fueron clasificados como "productos menores". Aquellos árboles añosos, cuya tasa de crecimiento había cesado como para justificar su existencia en términos económicos, fueron descartados como "sobremaduros". La flora y fauna sin valor de mercado o que reducían la producción maderera fueron calificadas como "improductivas" y se convirtieron en candidatos para su erradicación. Los bosques debían ser reemplazados por un "orden" de tipo fabril, donde se conservarían sólo unas pocas especies comercialmente valiosas y en este sentido las plantaciones constituyen el mejor ejemplo del modelo. Las semillas, plantas, nutrientes, tasas de crecimiento y turno de cosecha se convirtieron todos en elementos a ser controlados por el ser humano. Las consecuencias sociales y ambientales fueron minimizadas como problemas que podían ser "mitigados".

Los problemas que la moderna ciencia forestal plantea y resuelve son, en resumen, aquellos que resultan de una política de control centralizado sobre la tierra y que apuntan a la extracción, en cantidades industriales, de unos pocos tipos de materias primas. Trabajar exclusivamente dentro de la ciencia forestal predominante significa no plantearse preguntas sobre dicha política y por lo tanto apoyarla tácitamente. La ciencia forestal no es por tanto una "herramienta neutral", que puede ser separada de su entorno social y ser adaptada a cualquier propósito político. La misma incluye un sesgo político muy fuerte, tanto si se la practica como si no se la practica de manera profesional. El recurrir sólo a ella para encontrar la respuesta acerca de si una plantación industrial específica constituye un uso apropiado de la tierra, es por lo tanto tener la plena seguridad de la ocurrencia de conflictos, tanto sociales como intelectuales.

Acerca de este libro

Este libro tampoco es una "herramienta neutral" (tales herramientas no existen). Sin embargo, a diferencia de lo que hace la mayor parte de la ciencia forestal y de la economía predominantes, busca ser consciente y franco acerca de sus orígenes, orientación y audiencia. Habiendo surgido de una preocupación muy extendida sobre la expansión de las plantaciones para pulpa en el Sur, el libro intenta organizar la información y el análisis sobre los que se basa, de tal manera que resulte de interés práctico para quienes están alarmados por los antidemocráticos efectos perjudiciales de las plantaciones y que están buscando alternativas.

En ese sentido el capítulo 2, donde se bosqueja la dinámica política asociada a una industria particularmente a gran escala, intensiva en la inversión de capital y sujeta a ciclos, intenta aclarar varios temas a menudo suprimidos en las discusiones sobre la pulpa y el papel. Por ejemplo: ¿cómo surgieron, en primer lugar, plantaciones destructivas, a gran escala y altamente centralizadas? ¿Por qué estas plantaciones producen madera? ¿Cuáles son algunas de las dinámicas detrás de una demanda explosiva de papel per capita? Al intentar explicar el reciente vuelco hacia las plantaciones monoespecíficas en el Sur, el capítulo 3 pasa a analizar la tendencia de la industria de la pulpa y el papel hacia una creciente centralización y globalización. Las consecuencias sociales y ambientales de las plantaciones industriales a gran escala son explicitadas luego en el capítulo 4.

Los capítulos 5 y 6 pasan al tema de como estas plantaciones, en términos políticos prácticos, se están convirtiendo en una realidad. Al describir los diferentes actores que promueven las plantaciones (gobiernos del Norte y del Sur, agencias de desarrollo multilaterales y bilaterales, elites del Sur, empresas transnacionales de papel, bancos, proveedores de maquinaria, consultorías, académicos e incluso algunas ONGs), el capítulo 5 estudia los mecanismos a través de los cuales, trabajando en alianzas no demasiado explícitas, reorganizan el paisaje, capturan subsidios y reestructuran ambientes sociales de forma favorable para si mismos. El capítulo 6 se dedica a investigar otro aspecto de la expansión de la industria, a menudo descuidado en estudios sobre la estrategia empresarial orientados exclusivamente por un enfoque económico: las técnicas empleadas para manejar a la oposición.

Los estudios de caso de la Segunda Parte se concentran sobre los países del Sur que hasta ahora han tenido un papel preponderante en el comercio internacional de fibra de madera de plantaciones: Brasil (capítulo 7), Chile (capítulo 8), Sudáfrica (capítulo 10) e Indonesia (capítulo 11). En contraste, también se examina la experiencia de otros dos países con plantaciones: Uruguay (capítulo 9), donde las plantaciones no degradan bosques, sino praderas escasamente pobladas y de donde, increíblemente, se está exportando madera de plantaciones a los naturalmente bien provistos de bosques países nórdicos. El otro caso es Tailandia (capítulo 12), donde la resistencia popular opuesta por la población rural a las plantaciones establecidas en áreas densamente pobladas ha sido persistente y a menudo efectiva contra el desarrollo de las plantaciones industriales.

Finalmente, el capítulo 13 bosqueja algunas de los numerosas tácticas que han sido adoptadas por los movimientos preocupados con el incremento de las plantaciones. Estas incluyen la crítica coordinada sobre las enormes prebendas otorgadas por los gobiernos para posibilitar el desarrollo explosivo de las plantaciones y que a la vez ayudan a redistribuir riqueza y seguridad de pobres hacia ricos, en un sistema mundial crecientemente sesgado en favor de los segundos; el desenmascaramiento de las maniobras políticas llevadas a cabo por diversas alianzas de la industria; enfoques serios sobre el tema de la generación de demanda; y promoción del uso de fibras alternativas en el marco de sistemas descentralizados y menos intensivos en el uso de energía.

Mirando más allá de este libro

Es importante enfatizar, finalmente, que el pequeño número de países exportadores de fibra de madera examinados en este libro no son los únicos y ni siquiera necesariamente los más severamente afectados de los países del Sur donde se están implementando estas plantaciones a gran escala. Un examen más completo debería examinar la experiencia de un conjunto de otras naciones.

Por ejemplo la India, pese a no ser un importante exportador, ha sufrido un encuentro excepcionalmente largo, extendido y doloroso con las plantaciones para pulpa. A partir de su independencia en 1947, el precio de la materia prima para papel estaba tan subsidiado, que la rentabilidd de la industria permaneció alta incluso cuando se agotaron las disponibilidades de bosques sometidos a cortas selectivas. En los años 1950, algunas plantas de pulpa fueron abastecidas con bambú al costo de una rupia por tonelada, cuando el precio vigente en el mercado era de 2000 rupias por tonelada. El explosivo crecimiento de la capacidad de producción posibilitado por tal apoyo, hizo que la industria del papel y del rayón aumentaran su demanda de materia prima. Influenciado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Departamente Forestal indio autorizó la tala de grandes áreas de bosques nativos que, con la ayuda de más subsidios, fueron luego replantados con eucaliptos, pinos u otros monocultivos. Un número aún más amplio de especies y edades de árboles nativos, sobre áreas geográficas cada vez mayores, también comenzaron a ser cortados y cuencas hídricas previamente protegidas fueron redefinidas como áreas para corta selectiva y luego como de tala total seguida de plantaciones.

El resultado fue la emergencia de problemas biológicos y sociales, que ahora resultan familiares a través de todo el mundo. En Karnataka y Kerala, la cosecha de las denominadas plantaciones de rápido crecimiento resultaron ser de apenas un 10-43% de las predicciones hechas por el Departamento Forestal. En un área del Ghats occidental, donde casi 40.000 hectáreas de bosque tropical de hoja perenne habían sido cortadas a talarrasa y plantadas con eucaliptos, éstos fueron prácticamente devastados cuando el hongo Cortecium salmonicolor aprovechó la concentración de tantos árboles de una misma especie y además localizados en una misma zona caracterizada por su elevada pluviosidad. Las protestas proliferaron entre los pobladores locales, que se vieron privados de sus medios de subsistencia cuando los bosques que utilizaban para forraje, leña y alimentos fueron sustituidos por plantaciones de especies comercialmente "deseables".

Bajo los mal llamados programas de "forestación social", financiados con fondos del Estado y extranjeros, se plantaron entonces árboles en tierras comunales, estatales y en las pertenecientes a grandes terratenientes ausentistas, principalmente en beneficio de la industria de la pulpa y de otros actores externos a la zona. Millones de campesinos recibieron gratuitamente plantas, asesoramiento técnico y créditos blandos para que plantaran, en su propia tierra, eucaliptos para la industria. En estados tales como Karnataka, Gujarat y Haryana, quizá alrededor de un millón de hectáreas de tierra de cultivo pasó a ser ocupada por eucaliptos. Si bien los árboles tuvieron aquí un crecimiento mucho mejor que el de las anteriores plantaciones, lo que dio lugar a un mayor involucramiento de los programas de "forestación social" en la forestación de establecimientos agrícolas privados, estas plantaciones usurparon tierras que podrían haber sido utilizadas en cultivos alimenticios de utilidad local tales como el ragi o cultivos para el mercado como el algodón. Además, cuando el gobierno abrió las puertas del país a la importación de madera barata, la reputación del eucalipto como generador de beneficios sufrió una caída y a partir de 1986 la plantación de árboles para pulpa pasó a ser menos popular entre los productores forestales privados (DTE [Delhi] 31.8.1995). Durante la última década, empresas de pulpa tales como Karnataka Pulpwoods Ltd. pasaron a controlar y forestar las tierras comunales de las aldeas de la región, encendiendo protestas por parte de sus habitantes, que denunciaron violaciones de sus derechos a pastorear animales y a recolectar leña y comida. Otro resultado ha sido el incremento de conflictos entre aldeas y entre clases. Un proyecto reciente de arrendar 2,5 millones de hectáreas de tierras forestales a la industria, a precios subsidiados, ha dada lugar a una controversia aún mayor (Guha 1988; Gadgil & Guha 1992; SPS 1989; Shiva 1991b; Shiva & Bandyopadhyay 1987; Shiva, Sharatchandra & Bandyopadhyay 1982; Saxena 1992a, 1992b; DTE [Delhi] 31.8.1995).

China también ha convertido a amplias áreas en plantaciones utilizables para pulpa. El gobierno de ese país ha formulado planes enormemente ambiciosos para incrementar la cobertura forestal nacional de 12 a 20%, en tanto que los inversores extranjeros, deseosos de atizar una demanda potencialmente gigantesca, anhelan transformar la industria de la pulpa china, caracterizada por ser descentralizada, de pequeña escala y basada en la agricultura, en una industria más centralizada y basada en la madera. En Vietnam, otro de los nuevos y grandes objetivos para la inversión internacional en madera para pulpa, distintas estimaciones sostienen que las plantaciones ya cubren entre 1,5 y 6% del área de la nación. En las Filipinas, las plantaciones son utilizadas como un medio para colonizar grupos indígenas, a la vez que para abstecer a una industria local de pulpa y papel con problemas crónicos en materia de abastecimiento de materia prima.

Entre otros países donde es probable que las plantaciones den lugar a crecientes procesos destructivos se encuentra Argentina, que en 1994 ya tenía 770.000 hectáreas de plantaciones de eucaliptos y pinos. Las plantaciones de árboles han recibido allí apoyo estatal desde 1940, aunque sólo recientemente se han volcado hacia la exportación, fundamentalmente de troncos y madera aserrada para pallets. Al igual que en otros muchos lugares, la FAO ha sido uno de los principales promotores de las plantaciones, a la que se suma ahora el apoyo del Banco Mundial, que recientemente aprobó un préstamo para un plan de desarrollo forestal y el de la Comunidad Europea, en particular Italia y España. En 1991, el gobierno italiano propuso un "Plan de Desarrollo Verde" para Argentina (afortunadamente nunca implementado), que apuntaba a la plantación de 6 millones de hectáreas con especies de rápido crecimiento (fundamentalmente eucaliptos y pinos), a ser plantadas durante un período de 15 años, con el objetivo de abastecer las necesidades italianas en materia de madera.

En otros países de América Latina, compañías estadounidenses de pulpa y papel, tales como Simpson Investment y Stone Container están estableciendo plantaciones para pulpa en México, Costa Rica y Venezuela, para asegurar el abastecimiento de materia prima para sus propias plantas.(Paré 1992, Cheney 1992, Swann 1992), con la consiguiente preocupación del creciente movimiento ambientalista. En la República Dominicana, en 1990 tuvo lugar una ardua lucha llevada a cabo por los ambientalistas para evitar la plantación de eucaliptos en cuencas hídricas (Thomen 1990).

En el Congo, mientras tanto, la compañía Shell está involucrada en una inversión conjunta con la Unité d'Afforestation Industriel du Congo, en una empresa denominada Congolaise de Développement Forestier. Esta empresa es propietaria de 40.000 hectáreas de plantaciones clonales de eucalipto de muy rápido crecimiento en Pointe Noire, cuya madera será explotada en turnos de 7 años, con destino a las empresas de pulpa del Norte. Si bien de acuerdo con Shell, las plantaciones "se establecen como un mosaico que encaja en el paisaje natural" (Shell/WWF 1993), el plan de manejo ambiental de la propia empresa observa que están transformando la sabana abierta en un "verdadero bosque de eucalipto" (Geerling, N"Sosso & Kitemo 1991).

Las plantaciones orientadas hacia la exportación también están en expansión en muchas regiones más cálidas del Norte, por muchas de las mismas razones por las que se desarrollan en el Sur, incluyendo su rápido crecimiento y la existencia de tierra barata. Los impactos sociales y ambientales también son similares, al igual que, a menudo, los estilos de resistencia.

Por ejemplo, en la península Ibérica, que se ha convertido en una región crecientemente exportadora de fibra, las plantaciones ocuparon tanto tierras comunales como privadas, de la misma manera que lo hicieron en la India y Tailandia, erosionando estilos tradicionales de vida y de seguridad y ampliando la diferencia entre clases. Entre 1940 y 1983, en España se plantaron más de 273.000 hectáreas de eucaliptos y 2.668.000 hectáreas de pinos, coincidiendo con una declinación en la economía rural y migración de las áreas rurales. Los rendimientos han sido a menudo menores a los esperados, el empleo local se vio afectado negativamente, el ciclo hidrológico ha sufrido cambios y los incendios se han multiplicado. Al igual que en la India, los árboles han tendido a beneficiar a actores externos tales como terratenientes ausentistas, que pueden obtener beneficios de suelos pobres, sin tener que depender de las comunidades locales. También han degradado suelos y refugios de vida silvestre y reemplazado ambientes capaces de una producción estable de productos tales como caza, ganadería, miel, hierbas, leña, corcho, madera para tallar y ovejas (Bermejo 1995). Tanto en España como en Portugal, se han llevado a cabo muchas de las mismas formas de protesta contra las plantaciones como las presenciadas en Asia, incluyendo el arrancado de plantas y pequeños árboles por parte de airados pobladores locales.

El paralelismo entre Sur y Norte no se detiene aquí. En Australia, al igual que en Indonesia y Papua Nueva Guinea, tanto el bosque natural como las plantaciones han sido emplotados para la exportación de madera para pulpa, resultando en un escándalo público. En Nueva Zelanda, como en Chile, se han plantado amplias áreas templadas con pinos. Incluso en el sudeste de los Estados Unidos, caracterizado por constituir una región tradicionalmente productora de madera y donde un número cada vez mayor de bosques son explotados para exportación y sustituidos por plantaciones de pinos, la oposición ambientalista está teniendo un fuerte impacto. Finalmente, en los países nórdicos, los ambientalistas están cuestionando el modelo de explotación de bosques a nivel local, en términos a menudos iguales a los esgrimidos por los pueblos del Sur para criticar el modelo exportado por los consultores del Norte (Olsson 1995).

En este libro no es posible encarar ninguno de estos temas en detalle. Sólo aspiramos a que resulte un recurso útil, no sólo para las personas que habitan países del Sur amenazados por el avance de las plantaciones de madera para pulpa orientadas a la exportación, sino también para todos quienes estén preocupados en general por el tema de las industrias forestales y su globalización. 

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